El Gran Bazar Parisién


Cuando a partir de 1868 se instituyó la peseta como moneda oficial, el comercio entró en una mayoría de edad seguramente porque también crecía la ciudad en número de habitantes y en capacidad adquisitiva. Aparecieron las tiendas con llamativos escaparates, se crearon las zonas comerciales en calles céntricas, Acera de San Francisco, Santiago, Constitución. Duque de la Victoria, Regalado…, una especie de milla de oro del comercio, aunque la gente no sabía lo que era una milla porque hasta hacía poco se había arreglado con la legua, y del oro tenía referencias escasas, algunos pendientes de la abuela y cosas así.


Fue en esa emergente fiebre mercantil cuando Ambrosio Pérez estableció en la privilegiada esquina de la Acera de San Francisco y la calle Santiago su “Gran Bazar Parisién”, una tienda hermosa, la mejor de la ciudad, donde se vendían joyas, relojes de oro y plata, bisutería, artículos de regalo y decoración, juguetes, óptica…Una oferta barroca y deslumbrante como nunca antes se había visto, que se exhibía a modo de reclamo en sus llamativos escaparates inspirados, decían, en los más elegantes establecimientos de París.
La tienda de Ambrosio Pérez tenía su encanto en lo excesivo, en lo recargado de su fachada, en la abundante oferta de productos hasta entonces desconocidos. Teniendo en cuenta que cuando se abrió el “Bazar Parisién”, Valladolid apenas llegaba a los 50.000 habitantes, resulta sorprendente el copioso surtido que guardaba en su almacén para respaldar la oferta con la que se anunciaba a la prensa.


En este local noticia frecuente, no solo por el género tan atractivo que exhibía en sus escaparates, sino además por la artística decoración de la fachada que realizó Andrés Gerbolés en 1901, muy aplaudida en los periódicos y celebrada por los transeúntes que, aún no entrando a comprar, tenían el “Bazar Parisién” como parada obligada para dejar volar la imaginación.
El “Gran Bazar Parisién”, que echaba el resto en fechas señaladas como ferias y navidades, fue el que popularizó el uso del reloj hasta límites insospechados. Antes, la gente sabía la hora que era por las campanadas de las iglesias, hasta que Ambrosio Pérez llenó lasa casas y los bolsillos de relojes de todos los modelos y precios imaginables. Aquel establecimiento, que todavía hoy mantiene su leyenda su prestigio, fue el estandarte de un nuevo concepto comercial en Valladolid.


-Fuente: El Templete de la Música - Jose Miguel Ortega Bariego.
ISBN: 978-84-96864-13-9




Comentarios

Trotapáramus ha dicho que…
Buen trabajo, enhorabuena por darnos a conocer más aspectos de Valladolid!!