La infanta y la ventana.


En 1602 se fecha el retrato que el vallisoletano Juan Pantoja de la Cruz, retratista y pintor de la Corte, hizo a la infanta Ana Mauricia, la primogénita de Felipe III y Margarita de Austria, nacida en Valladolid el 22 de septiembre de 1601, en el Palacio del Conde de Benavente (actual biblioteca de San Nicolás) donde los monarcas vivieron antes de trasladarse al que el duque de Lerma poseía en la Plaza de San Pablo. Como es bastante frecuente en retratos o incluso en pinturas de otro asunto, el pintor, buscando alargar la perspectiva de la composición, introduce el exterior en el cuadro; en este caso, tras la figura de la infanta, Pantoja sitúa una especie de ventana desde la que se contempla un paisaje.


Lo que se ve, además del río, son algunos edificios situados en la orilla derecha –no sabemos si representados con absoluta fidelidad o con intención de la fantasía del artista- y el inicio del camino que conduce a Villanubla (actual carretera de León) abriéndose paso entre los páramos, así como el arroyo que bajaba en la misma dirección y el puentecillo que lo salvaba antes de desaguar en el Pisuerga, en el cual se harían reparaciones en 1796. En el primer término, hombres y caballerizas cargadas con sacos vienen seguramente de las aceñas, situadas sobre una azud del río junto al puente, que eran propiedad del convento de la Trinidad. También se ve una embarcación que parece de recreo, algo habitual durante la estancia de la Corte aunque antes y después de ese momento también había interesado hacer navegable el Pisuerga.


Centrándonos de nuevo en el puente, vemos que, seguramente por la disposición sesgada que tenía desde el palacio, Pantoja representa sólo los últimos cinco ojos; al extremo de ellos se adivina más que se ve una puerta respaldada por elevadas paredes laterales, quizá almenadas, que no sabemos cuándo se construyó.

Disposición del Puente Mayor y el Palacio de los Condes
de Benavente según el plano de Bentura Seco de 1738

Los pretiles parecen estar desnudos y no está nada claro si fue el año siguiente, 1603, cuando se adornaron con bolas de estirpe herreriana, similares a las que se estaban colocando también en el Espolón viejo, o si –como dice Floranes- “se coronó el Puente Mayor de bolas” a comienzos del siglo XVIII, al tiempo que se hacía el Espolón Nuevo. Todo ello no impide que en 1635 se trabaje nuevamente en el Puente, en este caso con intervención de Bartolomé del Castillo y Juan Vélez de Lencín.

-Fuente: Conocer Valladolid. IV Curso de patrimonio cultural 2010/11. ISBN: 978-84-96864-63-4

Comentarios

supersalvajuan ha dicho que…
Ana Mauricia...hay que tener realeza para llevar ese nombre.