Promovió la fundación de este convento doña María Manrique, viuda de don Manuel de Benavides, señor de la Mota de Toro. El Libro Becerro, conservado en el convento y los Estudios de Martí y Monsó, constituye la más sólida información sobre el historial del mismo. Los hijos de doña María pusieron muchas dificultades a su deseo de fundar, cosa que no pudo llevar personalmente a cabo, pero que acometió su hija doña Elvira de Benavides y Manrique, que fue la primera priora.
El convento se denominó de Santa Catalina de Sena y fue colocado bajo la orden dominicana. A requerimiento de doña Elvira, el Papa Inocencio Octavo otorgó en 1488 una bula, autorizando la construcción de “la iglesia, claustro, refectorio y dormitorio”, que disponía de huerta para cultivo de hortalizas y dependencias complementarias. El convento se levantó en unas casas que fueron de don Luis de Velasco, obispo de León.
Doña María Manrique hizo testamento en 1483. Su lápida se halla en el convento y fue leída por Martí y Monsó, lo mismo que la de su hija Elvira. En distintos puntos del patio figuran escudos de la familia fundadora, con los timbres de Manrique y Rojas (cinco estrellas).
Otro acontecimiento reseñable es el enterramiento del escultor Juan de Juni, cosa que deja dispuesta en su testamento de ocho de abril de 1577. En un libro de “Inscripciones de las lápidas que se conservan en el pavimento de la iglesia”, del archivo del convento, consta que con Juan de Juni están enterradas Ana María de Aguirre, segunda mujer del escultor, y María de Mendoza, tercera mujer, y una hija llamada Ana María. Estas lápidas están ocultas por el actual entarimado, pero la sepultura, que era propia de Juan de Juni, sabemos se halla cerca del Crucifijo de la Iglesia.
Compró sitio en la iglesia para edificar capilla y enterrarse don Juan Acacio Soriano, abogado que fue en la Real Audiencia y Chancillería. Hizo testamento el 21 de abril de 1598 y falleció el día 23 del mismo mes. Era hijo del Doctor don Jerónimo Soriano, natural del reino de Aragón, y apadrinó a una joven de nombre María Magdalena, la cual profesó en el convento. Dejó para el convento paños de tapicería, candeleros, vinajeras, jarros y otros objetos de plata de culto.
En 1602 doña María de Castro otorgó una escritura de contrato, adquiriendo la capilla mayor de la iglesia para sepultura suya y de su familia. Era viuda de don Andrés Cabeza de Vaca, caballero del hábito de Santiago y señor de Villamete. En 25 de febrero de 1603 hacía testamento ordenando que la sepultaran en el convento de San Agustín, lo que contradecía su concierto con el convento de Santa Catalina. Dejó por testamento al Conde de Nieva, el cual arregló las diferencias sobre el patronato surgidas entre los conventos de San Agustín y Santa Catalina, quedando elegido éste para tal fin.
El 30 de abril de 1604, en consecuencia de ello, dicho conde de Nieva se concertó con el arquitecto Pedro de Mazuecos para hacer la capilla mayor y entierros de la familia Cabeza de Vaca y María de Castro en el convento de Santa Catalina. Mazuecos redactó las condiciones, las cuales suponían el derribo de toda la capilla mayor de la iglesia.
Habrían de fabricarse cuatro arcos triunfales (los que se requieren para la cúpula), dos entierros de piedra de Navares. En 1607, ya concluida la obra, se trasladaron los restos de ambos esposos, siendo colocados en la cripta que hay bajo el presbiterio. Los bultos funerarios fueron realizados por el escultor Pedro de la Cuadra, según escritura de 27 de abril de 1607.
El edificio se encuentra situado en la actual calle de Santo Domingo de Guzmán.
En julio del año 2009 las monjas abandonaron este edificio y se trasladaron al convento del Corpus Christi, en la calle Prado de la Magdalena, de la misma orden religiosa. Al parecer, problemas con las termitas y la magnitud del monasterio para una congregación tan pequeña, provocó el abandono definitivo de las religiosas. El Ayuntamiento ha dado su conformidad para que el convento de Santa Catalina de Siena, pueda convertirse en un futuro en un hotel o incluso un parador nacional.
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-Web del Convento
El convento se denominó de Santa Catalina de Sena y fue colocado bajo la orden dominicana. A requerimiento de doña Elvira, el Papa Inocencio Octavo otorgó en 1488 una bula, autorizando la construcción de “la iglesia, claustro, refectorio y dormitorio”, que disponía de huerta para cultivo de hortalizas y dependencias complementarias. El convento se levantó en unas casas que fueron de don Luis de Velasco, obispo de León.
Doña María Manrique hizo testamento en 1483. Su lápida se halla en el convento y fue leída por Martí y Monsó, lo mismo que la de su hija Elvira. En distintos puntos del patio figuran escudos de la familia fundadora, con los timbres de Manrique y Rojas (cinco estrellas).
Otro acontecimiento reseñable es el enterramiento del escultor Juan de Juni, cosa que deja dispuesta en su testamento de ocho de abril de 1577. En un libro de “Inscripciones de las lápidas que se conservan en el pavimento de la iglesia”, del archivo del convento, consta que con Juan de Juni están enterradas Ana María de Aguirre, segunda mujer del escultor, y María de Mendoza, tercera mujer, y una hija llamada Ana María. Estas lápidas están ocultas por el actual entarimado, pero la sepultura, que era propia de Juan de Juni, sabemos se halla cerca del Crucifijo de la Iglesia.
Compró sitio en la iglesia para edificar capilla y enterrarse don Juan Acacio Soriano, abogado que fue en la Real Audiencia y Chancillería. Hizo testamento el 21 de abril de 1598 y falleció el día 23 del mismo mes. Era hijo del Doctor don Jerónimo Soriano, natural del reino de Aragón, y apadrinó a una joven de nombre María Magdalena, la cual profesó en el convento. Dejó para el convento paños de tapicería, candeleros, vinajeras, jarros y otros objetos de plata de culto.
En 1602 doña María de Castro otorgó una escritura de contrato, adquiriendo la capilla mayor de la iglesia para sepultura suya y de su familia. Era viuda de don Andrés Cabeza de Vaca, caballero del hábito de Santiago y señor de Villamete. En 25 de febrero de 1603 hacía testamento ordenando que la sepultaran en el convento de San Agustín, lo que contradecía su concierto con el convento de Santa Catalina. Dejó por testamento al Conde de Nieva, el cual arregló las diferencias sobre el patronato surgidas entre los conventos de San Agustín y Santa Catalina, quedando elegido éste para tal fin.
El 30 de abril de 1604, en consecuencia de ello, dicho conde de Nieva se concertó con el arquitecto Pedro de Mazuecos para hacer la capilla mayor y entierros de la familia Cabeza de Vaca y María de Castro en el convento de Santa Catalina. Mazuecos redactó las condiciones, las cuales suponían el derribo de toda la capilla mayor de la iglesia.
Habrían de fabricarse cuatro arcos triunfales (los que se requieren para la cúpula), dos entierros de piedra de Navares. En 1607, ya concluida la obra, se trasladaron los restos de ambos esposos, siendo colocados en la cripta que hay bajo el presbiterio. Los bultos funerarios fueron realizados por el escultor Pedro de la Cuadra, según escritura de 27 de abril de 1607.
El edificio se encuentra situado en la actual calle de Santo Domingo de Guzmán.
En julio del año 2009 las monjas abandonaron este edificio y se trasladaron al convento del Corpus Christi, en la calle Prado de la Magdalena, de la misma orden religiosa. Al parecer, problemas con las termitas y la magnitud del monasterio para una congregación tan pequeña, provocó el abandono definitivo de las religiosas. El Ayuntamiento ha dado su conformidad para que el convento de Santa Catalina de Siena, pueda convertirse en un futuro en un hotel o incluso un parador nacional.
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Fuente: Monumentos Religiosos de la ciudad de Valladolid (Parte Segunda). Juan José Martín González-Fc. Javier de la Plaza Santiago. ISBN: 84-505-5518-3
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