D. Juan Agapito y Revilla nos dice en su conocida obra < Las calles de Valladolid>, que hasta 1862 la calle no era otra cosa que parte del cauce del Ramal interior de la Esgueva, dotado de sendas calzadas en sus márgenes (era el tramo comprendido entre el puente de < La Virgencilla> (al que dio su nombre la pequeña imagen que desde la Edad Media fue patrona del gremio de < cortadores>, los carniceros de entonces) y el puente de Las Parras.
Cuando en 1848 se dieron los primeros pasos para cubrir y rellenar el cauce de nuestro segundo río, y en la sesión municipal de 10 de abril de 1863, la referida vía fue titulada calle del Paraíso, por la existencia de un árbol de esta clase que, según el citado historiador, había en uno de los jardines lindantes con el cauce en su margen izquierda.
En sus primeros tiempos, las edificaciones eran casas de las llamadas < molineras> y entre ellas destacaba la casa situada en el cruce de la calle con la de Ramón y Cajal, frente al actual colegio de La Enseñanza que era una típica casa castellana del siglo XVI.
Calle Paraiso cuando era el cauce del Esgueva
A principios de siglo se construyó la primera casa <de pisos> (la correspondiente el Nº1 de la calle) y durante los años cincuenta y junto a dicho edificio, abría su estrecha puerta una escuela pública, que fue sede de distrito en las primeras elecciones democráticas. A continuación un solar cercado acogió, primero, a un depósito de chatarra y después a una carbonería. A continuación las dependencias de la antigua < Puebla de Sámano>, acogieron a un taller de carpintería.
Iniciada la <puesta al día> de la calle con la construcción de la casa Nº 10, la antigua margen derecha se transformó en la actual aglomeración de altas casas (incluida la desaparición de la antigua casa de la Puebla de Sámano) que acogieron en los años cincuenta a quienes trasladaron su residencia a nuestra ciudad con motivos del < desarrollo industrial>. En la acera de los números pares, el Colegio de Santa Rosa de Lima, edificado sobre el solar (reducido por exigencias de urbanización), ha sustituido al antiguo de Sordomudos; las antiguas cocheras cedieron su lugar al actual Pasaje de Alarcón; las partes posteriores de los que fueron las casas 5 y 7 (incluida la antigua posada) se han transformado en varios portales de altas casas de vecinos; < Gráficas Andrés Martín> recuperó la propiedad de las instalaciones del periódico desaparecido y, a continuación del Nº 10 y la carpintería sobreviviente, los muros del Colegio de la Compañía de María, acogen hoy un campo de deportes, mientras la Virgencilla permanece en su pequeña capilla y los puentes descansan bajo el asfalto de la calle.
Si a lo dicho añadimos que más de la mitad de los bajos de la calle dedican su actividad a la <restauración> (bares, mesones, cervecerías y similares) comprenderemos que la calle del Paraíso sea una calle dinámica, juvenil y ruidosa que alcanza su ambiente más alto durante las fiestas y los fines de semana, lo que constituye < la cruz> de los vecinos de la zona que ven aumentada su incomodidad con la casi continua presencia de las ambulancias que se dirigen (día y noche) al Hospital Clínico.
Los ruidos de hoy pueden equipararse a los olores de ayer, pero en todo caso ambos son un tributo que debemos pagar quienes vivimos en el centro de Valladolid histórico.



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