El correo de Ariza, saliendo de la Estación del Norte, en Valladolid.
(Foto: Valladolid Cotidiano. Jose Miguel Ortega Bariego)
(Foto: Valladolid Cotidiano. Jose Miguel Ortega Bariego)
Julio G. Calzada
La subasta se celebró en Madrid, pero los festejos por sus consecuencias tuvieron lugar en una ciudad castellana, Valladolid, convertida el 20 de febrero del año 1856 en una de las agraciadas ante la puesta en marcha de un moderno sistema de transporte del que entonces existían dos pequeñas líneas en España. La primera, la más antigua, conectaba Barcelona con Mataró. La segunda, unía Madrid con el palacio real de verano de su majestad Isabel I, Aranjuez. Valladolid estaría casi en el centro de un camino de hierro que desde la capital de España pretendía conectar con la frontera de Irún. El 20 de febrero tuvo lugar la subasta de la segunda sección de esa línea y adjudicado el remate a la firma Crédito Mobiliario Español a través de una real orden el 23 de febrero. Los más importantes promotores de la sociedad adjudicataria eran los franceses hermanos Pereire.
La noticia llega a la ciudad con rapidez y en poco tiempo se preparan las celebraciones de un acontecimiento, casi todo el mundo está de acuerdo, que cambiará para siempre la manera de viajar, incluso el concepto del viaje. Y Valladolid está en el cogollo de las urbes elegidas, de las que tendrán tren una veintena de años después de que un británico, Stephenson, ponga en marcha el primer convoy sobre raíles. Siglo y medio después, la antigua ciudad del conde Ansúrez, capital entonces de una provincia de Castilla la Vieja, es hoy centro político de la comunidad autónoma de Castilla y León, sede de sus instituciones y la urbe más poblada y con mayor capacidad industrial del ámbito administrativo autonómico. En ella se rememorará durante todo este año la conmemoración de los 150 años del comienzo de la aventura ferroviaria que, en el caso vallisoletano, conlleva no solo el paso de los convoyes y el movimiento de mercancías y viajeros por sus estaciones, sino también el desarrollo de una nueva clase social, la de los trabajadores de los talleres mecánicos asociados al ferrocarril, una circunstancia que modificará el panorama laboral ya desde el comienzo de los trabajos de construcción de la línea, a finales del año 1856.
El propio presidente del Consejo de Ministros, el general Baldomero Espartero, fue el encargado el 26 de abril de 1856 de colocar la primera piedra de las obras en nombre de la reina. Todo se anunciaba con vientos favorables y se esperaba que en un plazo de tres o cuatro años, los trenes tuvieran conexión desde Madrid hasta la frontera francesa. Las cosas, sin embargo, no fueron tan rápidas. El 22 de julio se produjeron graves disturbios como consecuencia del encarecimiento del pan. Se incendiaron varias casas y las revueltas se prolongaron durante varios días. El 27 de ese mes, al menos tres personas fueron sentenciadas a muerte por lo sucedido, mientras en Rioseco y también en Palencia se regresa a la normalidad. Estos acontecimientos retrasan el inicio de las obras, aunque en agosto ya se sabe que el coste de construcción de las 43 leguas que separan Madrid y Valladolid (239 kilómetros) será de cinco millones por legua. El comienzo de los trabajos se anuncia para cuando acabe la recolección en Castilla. Fue algo más tarde, el 9 de diciembre, cuando empezaron en la zona de Arcas Reales. Para entonces, ya se habían explanado más de sesenta kilómetros en la zona de Arévalo y se anunciaba la inminente llegada de las primeras locomotoras. Todo en el mismo año en el que había tenido lugar la subasta cuya fecha ha puesto nombre a una calle de Valladolid, la del 20 de febrero.
La línea sin embargo, será finalizada en 1864, ocho años más tarde. Como ocurre en la actualidad, ya entonces los políticos anunciaban deseos cuando hablaban de la finalización de los proyectos. Fue la primera de las conexiones de Valladolid, pero no la única porque la ciudad vería casi de continuo como se iniciaban las obras de ferrocarril de Alar del Rey a Santander y la conexión con Valladolid a través de una venta situada en el término municipal de la localidad palentina de Baños de Cerrato. Un lugar de origen de otro de los puntos estratégicos del ferrocarril del norte de España, la Venta de Baños. Con Valladolid como centro y la villa palentina al norte, al sur surgirá otro centro ferroviario de importancia hasta la actualidad: Medina del Campo. La tercera de las lí-neas vallisoletanas será la del ‘ferrocarril económico’ a Medina de Rioseco, el popular ‘tren burra’ que corrió por primera vez por Tierra de Campos el 13 de septiembre de 1884. Desde la Ciudad de los Almirantes, este tren de vía estrecha servirá de conexión para toda la comarca terracampina, llegará hasta Villalón y desde allí se convertirá en la segunda conexión por raíles con Palencia.
Terminará sus días apenas superado el primer tercio del siglo XX, aunque mantendrá la unión con la capital hasta 1969, cuando la última de sus locomotoras apagó su caldera de vapor. Otra línea comienza a crecer más tarde. Desde Aragón, Zaragoza tendrá hilo de hierro directo hasta Valladolid a través de la línea de Ariza, inaugurada en 1895 y cerrada desde 1990. De esta forma, la más antigua es también la única superviviente tras siglo y medio de utilización continuada, aunque pasa por un periodo de decadencia que comenzó con la popularización de otro medio de transporte del que Valladolid también es una de las ciudades clave en la producción española: el automóvil. La entrada en servicio de la línea de alta velocidad que aún se tiende entre Valladolid y Madrid confía en devolver al tren el esplendor de su época dorada, a comienzos del siglo XX, cuando era la principal y más rápida forma de moverse por la geografía española y la europea. En esta nueva era de velocidades cercanas a los 300 kilómetros por hora, también está presente Valladolid esta vez como uno de los centros de los trazados que partirán desde la estación del Campo Grande en cuatro direcciones hacia el arco atlántico: La Coruña (Galicia), Gijón (Asturias), Santander (Cantabria) e Irún y Bilbao (País Vasco).
Coinciden así la conmemoración de los 150 años de historia ferroviaria vallisoletana con la puesta en marcha de una nueva aventura sobre raíles que pretende reverdecer un tipo de transporte, el ferrocarril, que en opinión de historiadores de la talla de Julio Valdeón Baruque, fue «la auténtica base del despegue económico de Valladolid».
-Fuente: http://canales.nortecastilla.es/150aniversario2/noticias/publicaciones/tren_01.htm
La subasta se celebró en Madrid, pero los festejos por sus consecuencias tuvieron lugar en una ciudad castellana, Valladolid, convertida el 20 de febrero del año 1856 en una de las agraciadas ante la puesta en marcha de un moderno sistema de transporte del que entonces existían dos pequeñas líneas en España. La primera, la más antigua, conectaba Barcelona con Mataró. La segunda, unía Madrid con el palacio real de verano de su majestad Isabel I, Aranjuez. Valladolid estaría casi en el centro de un camino de hierro que desde la capital de España pretendía conectar con la frontera de Irún. El 20 de febrero tuvo lugar la subasta de la segunda sección de esa línea y adjudicado el remate a la firma Crédito Mobiliario Español a través de una real orden el 23 de febrero. Los más importantes promotores de la sociedad adjudicataria eran los franceses hermanos Pereire.
La noticia llega a la ciudad con rapidez y en poco tiempo se preparan las celebraciones de un acontecimiento, casi todo el mundo está de acuerdo, que cambiará para siempre la manera de viajar, incluso el concepto del viaje. Y Valladolid está en el cogollo de las urbes elegidas, de las que tendrán tren una veintena de años después de que un británico, Stephenson, ponga en marcha el primer convoy sobre raíles. Siglo y medio después, la antigua ciudad del conde Ansúrez, capital entonces de una provincia de Castilla la Vieja, es hoy centro político de la comunidad autónoma de Castilla y León, sede de sus instituciones y la urbe más poblada y con mayor capacidad industrial del ámbito administrativo autonómico. En ella se rememorará durante todo este año la conmemoración de los 150 años del comienzo de la aventura ferroviaria que, en el caso vallisoletano, conlleva no solo el paso de los convoyes y el movimiento de mercancías y viajeros por sus estaciones, sino también el desarrollo de una nueva clase social, la de los trabajadores de los talleres mecánicos asociados al ferrocarril, una circunstancia que modificará el panorama laboral ya desde el comienzo de los trabajos de construcción de la línea, a finales del año 1856.
El propio presidente del Consejo de Ministros, el general Baldomero Espartero, fue el encargado el 26 de abril de 1856 de colocar la primera piedra de las obras en nombre de la reina. Todo se anunciaba con vientos favorables y se esperaba que en un plazo de tres o cuatro años, los trenes tuvieran conexión desde Madrid hasta la frontera francesa. Las cosas, sin embargo, no fueron tan rápidas. El 22 de julio se produjeron graves disturbios como consecuencia del encarecimiento del pan. Se incendiaron varias casas y las revueltas se prolongaron durante varios días. El 27 de ese mes, al menos tres personas fueron sentenciadas a muerte por lo sucedido, mientras en Rioseco y también en Palencia se regresa a la normalidad. Estos acontecimientos retrasan el inicio de las obras, aunque en agosto ya se sabe que el coste de construcción de las 43 leguas que separan Madrid y Valladolid (239 kilómetros) será de cinco millones por legua. El comienzo de los trabajos se anuncia para cuando acabe la recolección en Castilla. Fue algo más tarde, el 9 de diciembre, cuando empezaron en la zona de Arcas Reales. Para entonces, ya se habían explanado más de sesenta kilómetros en la zona de Arévalo y se anunciaba la inminente llegada de las primeras locomotoras. Todo en el mismo año en el que había tenido lugar la subasta cuya fecha ha puesto nombre a una calle de Valladolid, la del 20 de febrero.
La línea sin embargo, será finalizada en 1864, ocho años más tarde. Como ocurre en la actualidad, ya entonces los políticos anunciaban deseos cuando hablaban de la finalización de los proyectos. Fue la primera de las conexiones de Valladolid, pero no la única porque la ciudad vería casi de continuo como se iniciaban las obras de ferrocarril de Alar del Rey a Santander y la conexión con Valladolid a través de una venta situada en el término municipal de la localidad palentina de Baños de Cerrato. Un lugar de origen de otro de los puntos estratégicos del ferrocarril del norte de España, la Venta de Baños. Con Valladolid como centro y la villa palentina al norte, al sur surgirá otro centro ferroviario de importancia hasta la actualidad: Medina del Campo. La tercera de las lí-neas vallisoletanas será la del ‘ferrocarril económico’ a Medina de Rioseco, el popular ‘tren burra’ que corrió por primera vez por Tierra de Campos el 13 de septiembre de 1884. Desde la Ciudad de los Almirantes, este tren de vía estrecha servirá de conexión para toda la comarca terracampina, llegará hasta Villalón y desde allí se convertirá en la segunda conexión por raíles con Palencia.
Terminará sus días apenas superado el primer tercio del siglo XX, aunque mantendrá la unión con la capital hasta 1969, cuando la última de sus locomotoras apagó su caldera de vapor. Otra línea comienza a crecer más tarde. Desde Aragón, Zaragoza tendrá hilo de hierro directo hasta Valladolid a través de la línea de Ariza, inaugurada en 1895 y cerrada desde 1990. De esta forma, la más antigua es también la única superviviente tras siglo y medio de utilización continuada, aunque pasa por un periodo de decadencia que comenzó con la popularización de otro medio de transporte del que Valladolid también es una de las ciudades clave en la producción española: el automóvil. La entrada en servicio de la línea de alta velocidad que aún se tiende entre Valladolid y Madrid confía en devolver al tren el esplendor de su época dorada, a comienzos del siglo XX, cuando era la principal y más rápida forma de moverse por la geografía española y la europea. En esta nueva era de velocidades cercanas a los 300 kilómetros por hora, también está presente Valladolid esta vez como uno de los centros de los trazados que partirán desde la estación del Campo Grande en cuatro direcciones hacia el arco atlántico: La Coruña (Galicia), Gijón (Asturias), Santander (Cantabria) e Irún y Bilbao (País Vasco).
Coinciden así la conmemoración de los 150 años de historia ferroviaria vallisoletana con la puesta en marcha de una nueva aventura sobre raíles que pretende reverdecer un tipo de transporte, el ferrocarril, que en opinión de historiadores de la talla de Julio Valdeón Baruque, fue «la auténtica base del despegue económico de Valladolid».
-Fuente: http://canales.nortecastilla.es/150aniversario2/noticias/publicaciones/tren_01.htm
Comentarios
Ánimo y sigue escribiendo para que la gente conozca esa bonita ciudad, que también es desconocida hasta para sus habitantes... lástima.
Por cierto, me entristece la falta de comentarios y por eso dejo el mío y animo a la gente a dejar los suyos.
Un saludo...