Por Javier Burrieza Sánchez
Antiguamente existía una intensa relación entre los gremios y la denominación de las calles de la ciudad, pues el nombre procedía de la situación de sus talleres, obradores y tiendas. Después fueron sustituidos muy tardíamente, en la segunda mitad del siglo XIX y especialmente a partir de 1863, cuando la burguesía gobernante dotó de sentido político a la forma de denominar las calles de la ciudad.
Una agrupación espacial que llevó a que las autoridades de algunos gremios, como la de los cabestreros, impidiesen la situación de una tienda de un maestro del mismo en una calle diferente a la de la Boariza (conocida hoy como de María de Molina). Así, en el barrio de Santa María o la “morería” estaban callejuelas o “Alcalleres”, donde se fabricaban vasijas de barro, denominándose al cántaro como “alcaller”. No es extraño que otra de las vías próximas se denominase de los “Alfareros” (hoy Claudio Moyano) y que no muy lejos se encontrase la de “Olleros” (después conocida como Duque de la Victoria), donde se fabricaban las ollas, pucheros y cazuelas.
En la ciudad existían distintos corrales de oficios, calles sin salida, cuyas denominaciones desaparecieron en 1863. El más importante de Valladolid fue el corral de “Boteros” (próximo a la Fuente Dorada y hoy muy modificado) en cuyos talleres, obradores y tiendas se fabricaban botas y cueros cosidos. No faltaban la “Cabadería” y “Especería” relacionadas con la cebada y las especias. En la todavía existente calle “Hostieros” debía existir un obrador para la fabricación de hostias y obleas. En la de “Lecheras”, en el Barrio Nuevo de los judíos o de San Nicolás, estaban aquéllos que repartían la leche por las mañanas, mientras que en la de “Chisperos” se hacía referencia a aquellas chispas que saltaban de machacar el hierro. “Malcocinado”, era el lugar donde se vendía el menudo de las reses, despojos y carne poco apreciada, pues procedía a veces de reses muertas y no sacrificadas. La de los “Tintes” y “Corral de Tinteros”, se encontraba próxima al río Esgueva porque aprovechaban esta cercanía para verter las aguas de su industria. El "Corral de Torneros" al cual se accedía desde la Plaza Mayor. Con mucho tránsito contaban las calles de “Mantería” y “Panaderos” en el Barrio de San Andrés, más allá de la Puerta de Teresa Gil. Era la primera el lugar de los fabricantes de mantas. Y, por último, entre estos ejemplos, los “Campillos”, el de San Andrés y el de San Nicolás, ambos sendos mercados. No será la única referencia en el callejero a los lugares de intercambios, pues, al final de la calle Platerías (antes de la Costanilla) se encontraba el “Azoguejo”, el mercado primitivo de Valladolid, en las proximidades que desupués se conoció como “Corral de la Copera” y hoy calle “Conde Ansúrez”.
Existía toda una jerarquía gremial compuesta por aprendices, oficiales y maestros, con sus correspondientes contratos de aprendizaje, la oficialía y el examen de maestría. Se hallaban presentes relaciones de familiaridad entre todos ellos, porque los aprendices muchos de los oficiales vivían en las mismas habitaciones del maestro. Recibían de éste vestido, cama, atención sanitaria, además de la preparación profesional. De hecho, la vida del gremio no era únicamente laborar, producir y vender sino que cada taller era sobre todo una gran familia. Aún así, la cúpula de cada una de ellos favorecía sus propios intereses, facilitando la entrada de los hijos de los maestros, impidiendo el acceso de los extranjeros y aplicando las disposiciones de la limpieza de sangre.
Los oficiales formaban parte de una clase artesanal modesta, que podía mantener una familia pero que carecía de capacidad de ahorro. Existían oficiales con la suficiente confianza de su maestro como para convertirse en sus lugartenientes, cuando se trataba de sustituirle en la dirección del taller. Pero, en ocasiones se producía cierta confusión entre los oficiales y los maestros. En el caso de la escultura, muy bien estudiado por Jesús Parrado, dependía de la capacidad de aceptar obras de importancia y de montar un taller adecuado para realizarlas. El prestigio que hubiese acumulado como oficial favorecía su futuro trabajo.
Una agrupación espacial que llevó a que las autoridades de algunos gremios, como la de los cabestreros, impidiesen la situación de una tienda de un maestro del mismo en una calle diferente a la de la Boariza (conocida hoy como de María de Molina). Así, en el barrio de Santa María o la “morería” estaban callejuelas o “Alcalleres”, donde se fabricaban vasijas de barro, denominándose al cántaro como “alcaller”. No es extraño que otra de las vías próximas se denominase de los “Alfareros” (hoy Claudio Moyano) y que no muy lejos se encontrase la de “Olleros” (después conocida como Duque de la Victoria), donde se fabricaban las ollas, pucheros y cazuelas.
En la ciudad existían distintos corrales de oficios, calles sin salida, cuyas denominaciones desaparecieron en 1863. El más importante de Valladolid fue el corral de “Boteros” (próximo a la Fuente Dorada y hoy muy modificado) en cuyos talleres, obradores y tiendas se fabricaban botas y cueros cosidos. No faltaban la “Cabadería” y “Especería” relacionadas con la cebada y las especias. En la todavía existente calle “Hostieros” debía existir un obrador para la fabricación de hostias y obleas. En la de “Lecheras”, en el Barrio Nuevo de los judíos o de San Nicolás, estaban aquéllos que repartían la leche por las mañanas, mientras que en la de “Chisperos” se hacía referencia a aquellas chispas que saltaban de machacar el hierro. “Malcocinado”, era el lugar donde se vendía el menudo de las reses, despojos y carne poco apreciada, pues procedía a veces de reses muertas y no sacrificadas. La de los “Tintes” y “Corral de Tinteros”, se encontraba próxima al río Esgueva porque aprovechaban esta cercanía para verter las aguas de su industria. El "Corral de Torneros" al cual se accedía desde la Plaza Mayor. Con mucho tránsito contaban las calles de “Mantería” y “Panaderos” en el Barrio de San Andrés, más allá de la Puerta de Teresa Gil. Era la primera el lugar de los fabricantes de mantas. Y, por último, entre estos ejemplos, los “Campillos”, el de San Andrés y el de San Nicolás, ambos sendos mercados. No será la única referencia en el callejero a los lugares de intercambios, pues, al final de la calle Platerías (antes de la Costanilla) se encontraba el “Azoguejo”, el mercado primitivo de Valladolid, en las proximidades que desupués se conoció como “Corral de la Copera” y hoy calle “Conde Ansúrez”.
Existía toda una jerarquía gremial compuesta por aprendices, oficiales y maestros, con sus correspondientes contratos de aprendizaje, la oficialía y el examen de maestría. Se hallaban presentes relaciones de familiaridad entre todos ellos, porque los aprendices muchos de los oficiales vivían en las mismas habitaciones del maestro. Recibían de éste vestido, cama, atención sanitaria, además de la preparación profesional. De hecho, la vida del gremio no era únicamente laborar, producir y vender sino que cada taller era sobre todo una gran familia. Aún así, la cúpula de cada una de ellos favorecía sus propios intereses, facilitando la entrada de los hijos de los maestros, impidiendo el acceso de los extranjeros y aplicando las disposiciones de la limpieza de sangre.
Los oficiales formaban parte de una clase artesanal modesta, que podía mantener una familia pero que carecía de capacidad de ahorro. Existían oficiales con la suficiente confianza de su maestro como para convertirse en sus lugartenientes, cuando se trataba de sustituirle en la dirección del taller. Pero, en ocasiones se producía cierta confusión entre los oficiales y los maestros. En el caso de la escultura, muy bien estudiado por Jesús Parrado, dependía de la capacidad de aceptar obras de importancia y de montar un taller adecuado para realizarlas. El prestigio que hubiese acumulado como oficial favorecía su futuro trabajo.
Comentarios
Muy buena entrada, como.siempre.