La llegada del tren a Valladolid cambió muchas cosas y entre ellas, tal vez sea esto lo menos importante, el nombre de la calle que antes era el Callejón de los Toros y desde 1863 se rotuló como de la Estación, dada su cercanía.
Pues en esa calle de la Estación está y ha estado siempre desde hace más de un siglo “La Ferroviaria”, tal vez la única taberna centenaria de Valladolid que ha sabido conservar el fondo y la forma, sobreviviendo a la modernidad que nos arrebató tantas huellas del pasado.
A la puerta de "La Ferro", Luciano Álvarez, a la izquierda, con Abundio yAnastasio, entonces camareros del local. La foto es de 1938
“La Ferro”, como castizamente la han venido llamando a través del tiempo sus clientes, abrió sus puertas en 1903. Fue un leonés, Luciano Álvarez García, quien tuvo el buen ojo de poner una taberna y una fonda cerca del complejo ferroviario para atender la demanda tanto de viajeros como de empleados de la Compañía, maquinistas, fogoneros y trabajadores de los talleres generales, que llegaron a ser los más importantes de España.
Unos se quedaban a dormir y otros, más apremiados de tiempo, comían y reemprendían viaje después, llevándose tan buen recuerdo que siempre terminaban volviendo. El público de la taberna era el que estaba asentado en la ciudad, que entraba al ir y al volver del trabajo como un rito, con el caneco de orujo al amanecer, el campanillo a mediodía y la partida por la tarde. Esa costumbre es la que ha mantenido viva a “La Ferroviaria” en un ejemplo de fidelidad que para sí quisieran muchos matrimonios.
Su bodega sirvió como refugio durante los bombardeos republicanos de la guerra. Allí entre tinos y pellejos de vino, la gente rezaba el rosario, oía atemorizada las explosiones cercanas y respiraba aliviada cuando otra vez las sirenas daban aviso de que los aviones se alejaban y el riesgo había pasado.
“La Ferro” ha mantenido en pie el espíritu que empezó viendo pasar a las legendarias locomotoras de vapor y actualmente el tren de alta velocidad como si el tiempo no hubiera pasado.
José, su actual propietario desde hace 21 años, ha procurado conservar el establecimiento con ese mismo aire que le ha caracterizado desde siempre, a lo que ha contribuído el hecho de que el edificio en el que se asienta no tiene vecinos a los que pueda molestar, lo que ha evitado tener que realizar obras para adaptar el local a las ordenanzas municipales en materia de ruidos, cosa que se agradece.
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