En la primavera de 1520 el futuro Carlos V planificaba su viaje a Alemania con objeto de hacerse coronar emperador. El reino vio con disgusto los preparativos de este viaje: todos veían en la ausencia de Don Carlos el principio de grandes inquietudes; las ciudades de mayor importancia de Castilla le enviaron sus diputados para hacerle variar de propósito; pero ni esto, ni los ruegos y tiernas súplicas de sus vasallos fueron susceptibles de alterar sus planes. Era el 5 de marzo de 1520, cuando Carlos V quiso salir de Valladolid, la ciudad se creyó desamparada y trató de impedirlo. Canesi escribió:
“…Y sublevados con esta confusión, sin entenderse, un cordonero, portugués de nación, otro dicen pretinero, vecino de esta ciudad, viendo que el César marchaba, sin atreverse nadie a suplicarle se detuviese, subió a la torre de la parroquia de San Miguel y tocó la campana que llamaban del concejo, que la solían tocar en tiempo de guerras y rebatos y armas que se daban, y la tocó con tanta prisa que, como los del pueblo lo oyesen, sin discurrir ni saber para qué, tomaron las armas…”
Los ciudadanos (Sangrador dice que unos cinco mil hombres armados) llegaron a la puerta del Campo e intentaron retener al emperador, pero no pudieron hacer nada contra su guardia y Carlos V abandonó Valladolid. La ciudad quedó turbada y avergonzada por lo ocurrido y su cólera fue implacable al buscar culpables:
“…mitigado aquel furor popular, hizo la justicia información de quién tocó la campana o lo mandó, mas no pudo ser hallado el portugués…; mas por entonces lo pagaron otros por él pues a unos cortaron los pies, a otros azotaron, otros salieron desterrados y los confiscaron sus bienes, a otros los demolieron las casas y a un platero honrado le azotaron porque se le probó había recibido unas cartas del portugués…”
También estuvieron presos otros muchos, incluidos los tres clérigos que atendían San Miguel, y mal se las hubieran visto si no fuese porque el emperador mandó que los soltasen y que no se volviese a hablar del tema. La hizo buena el portugués con atreverse a tocar la campana.
“…Y sublevados con esta confusión, sin entenderse, un cordonero, portugués de nación, otro dicen pretinero, vecino de esta ciudad, viendo que el César marchaba, sin atreverse nadie a suplicarle se detuviese, subió a la torre de la parroquia de San Miguel y tocó la campana que llamaban del concejo, que la solían tocar en tiempo de guerras y rebatos y armas que se daban, y la tocó con tanta prisa que, como los del pueblo lo oyesen, sin discurrir ni saber para qué, tomaron las armas…”
Los ciudadanos (Sangrador dice que unos cinco mil hombres armados) llegaron a la puerta del Campo e intentaron retener al emperador, pero no pudieron hacer nada contra su guardia y Carlos V abandonó Valladolid. La ciudad quedó turbada y avergonzada por lo ocurrido y su cólera fue implacable al buscar culpables:
“…mitigado aquel furor popular, hizo la justicia información de quién tocó la campana o lo mandó, mas no pudo ser hallado el portugués…; mas por entonces lo pagaron otros por él pues a unos cortaron los pies, a otros azotaron, otros salieron desterrados y los confiscaron sus bienes, a otros los demolieron las casas y a un platero honrado le azotaron porque se le probó había recibido unas cartas del portugués…”
Las campanas de la Antigua Iglesia de San Miguel alertaron a los habitantes de Valladolid de la marcha de Carlos V.
Fotomontaje de Juan Carlos Urueña Paredes. Rincones con Fantasma ISBN: 84-95389-97-5
Fotomontaje de Juan Carlos Urueña Paredes. Rincones con Fantasma ISBN: 84-95389-97-5
También estuvieron presos otros muchos, incluidos los tres clérigos que atendían San Miguel, y mal se las hubieran visto si no fuese porque el emperador mandó que los soltasen y que no se volviese a hablar del tema. La hizo buena el portugués con atreverse a tocar la campana.
Comentarios
Enhorabuena por esta labor divulgativa tan admirable!
Un saludo desde Reinado de Carlos II.