Por Miguel Angel Pastor
La piqueta inhóspita derribó este bello edificio, en aquellos vertiginosos años de la voraz especulación inmobiliaria. La casa del Barco recibió tal apelativo por su airosa traza, como un navío anclado entre las calles Gamazo y Muro. Muy cercano, también de rasgos nobles, se alzaba el Frontón Fiesta Alegre, recinto dedicado a alguna actividad deportiva, amén de fiestas populares y circenses. Se convirtió posteriormente en la Casa Social Católica y tras muchos avatares y ocupaciones, también desapareció para siempre. La casa del Barco también conoció a muchos inquilinos. El Hotel Gredilla ocupaba una de sus plantas. Otras de ellas fueron de alquiler, alguna escuela privada y muchos estudiantes repartidos por aquellas ámplias habitaciones.
La singularidad de esta muestra arquitectónica no la redimió de su triste fin. Como la desaparición del Teatro Pradera y otros ejemplos de la indiferencia popular, nadie alzó su voz ante esta reliquia que daba prestancia a una calle céntrica que recibió el nombre de Gamazo, un hombre público, como también lo era Muro, un republicano de pro. ¿Quién puede recordar, a estas alturas, esta esquina rematada por una graciosa torrecilla? En el solar de lo que fuera casa del Barco se levantó una imporsonal edificación; bancos, compañías de seguros, despachos... El progreso, en suma.
La piqueta inhóspita derribó este bello edificio, en aquellos vertiginosos años de la voraz especulación inmobiliaria. La casa del Barco recibió tal apelativo por su airosa traza, como un navío anclado entre las calles Gamazo y Muro. Muy cercano, también de rasgos nobles, se alzaba el Frontón Fiesta Alegre, recinto dedicado a alguna actividad deportiva, amén de fiestas populares y circenses. Se convirtió posteriormente en la Casa Social Católica y tras muchos avatares y ocupaciones, también desapareció para siempre. La casa del Barco también conoció a muchos inquilinos. El Hotel Gredilla ocupaba una de sus plantas. Otras de ellas fueron de alquiler, alguna escuela privada y muchos estudiantes repartidos por aquellas ámplias habitaciones.
La singularidad de esta muestra arquitectónica no la redimió de su triste fin. Como la desaparición del Teatro Pradera y otros ejemplos de la indiferencia popular, nadie alzó su voz ante esta reliquia que daba prestancia a una calle céntrica que recibió el nombre de Gamazo, un hombre público, como también lo era Muro, un republicano de pro. ¿Quién puede recordar, a estas alturas, esta esquina rematada por una graciosa torrecilla? En el solar de lo que fuera casa del Barco se levantó una imporsonal edificación; bancos, compañías de seguros, despachos... El progreso, en suma.
-Fuente: 40 imágenes inolvidables. Escenas históricas de Valladolid y Provincia
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