El antiguo jardín de la Universidad ante los edificios
tambien desaperecidos, de la calle López Gómez
tambien desaperecidos, de la calle López Gómez
Por Joaquín Martín de Uña
Los oscuros orígenes de la universidad Vallisoletana, siempre me hicieron creer que la desaparición de las instalaciones de la primitiva edificación debía remontarse, al menos, a los siglos XVII o XVIII, así como el que no existiera referencia alguna sobre cómo era esta universidad surgida, al parecer de los antiguos Estudios Generales de Valladolid o Palencia.
Por todo ello me causó auténtica sorpresa, y satisfacción, encontrar en una colaboración periodística, en la que Félix Beltrán Calvo se refería a esta primera Universidad.
La primera de las sorpresas la constituyó el saber que el citado colaborador (el artículo se publicó en el año 1937), había llegado a conocer la primitiva edificación gótica y que según el citado periodista, la robustez de las construcciones existentes daban un rotundo mentís al pretexto de ruina invocado para su demolición al tratarse de una construcción de planta baja con claustros de fuertes pilares de sillería, que únicamente tenía en mal estado las cubiertas, fruto de la incuria oficial que tradicionalmente había abandonado su mantenimiento y por ello gota a gota orada la piedra.De los dos claustros de que disponía la referida construcción, sobresalía en belleza el segundo, de líneas góticas correspondientes al siglo XV. De aspecto catedralicio. Entre las hendiduras de las grandes losas del patio crecía la hierba y le habitaba el árbol de hoja perenne, Alma Mater de la Sabiduría.
Allí la capilla dedicaba a San Nicolás de Bari, con sus escaños de coro canónigos, marco incomparable de celebraciones académicas, en cuyas paredes y en letras de oro, se hallaban escritos los nombres de gloriosos maestros. Entre ellos el de Fray Luis de León y el de Don Luis Mercado. La Cátedra de Canones, con balconada de nogal y artesonado de lienzo, con heráldica real parecida a la de Coimbra y a la de los Reyes Católicos, de Sevilla, ésta de menor sabor que tenía la nuestra, y retablito de papas y monarcas.
Cátedras austeras, reducidas, proporcionadas a más exigua población escolar, que no se consiguió al hacerlas nuevas y que no recibían otra luz que la cenital por unas claraboyas abiertas en los tejados, y que en caso de nevada determinaba la suspensión de las clases, por no contar con instalación alguna de luz artificial.
El Salón de Actos estaba dotado de arañas de cristal de roca (sin duda provistas de un buen número de velas de cera) así como de Paredes tapizadas en damasco rojo, recuadrado por cañitas doradas, con retratos de toda la dinastía Borbón.
Esta fue la parte de la antigua universidad construida a finales del siglo XVIII, cuya fachada se abría a la calle La Librería y cuyo dibujo, realizado por Diego Pérez Martínez, que se popularizó en una edición ilustrada de 1723 y que (creo) es el único dibujo existente de la misma, y que compartió espacio con la construcción del siglo XVIII, cuya fachada se situaba en la Plazuela de Santa María (hoy Plaza de la Universidad).
Según afirmación de Gratiniano Nieto en la obra Guía Artística de Valladolid, el derribo se realizó por causas ajenas al sentir del Claustro, pero sin que dé referencia a cuales fueron estas y porqué se produjo el derribo si existía una oposición de la propia Universidad. La historia de nuestra Universidad después del derribo de su primera edificación, y una vez que su solar se poblara de aulas más amplias y luminosas que las desaparecidas, pero carentes de cualquier otro atractivo, está marcada por una continua expansión obligada por el sucesivo aumento de Facultades Universitarias, que condujeron a la desaparición de las edificaciones que flanquearon su fachada churrigueresca, así como un jardín existente al fondo de la misma con salida a la calle de Tercias, subsistente en nuestros días. También se vio afectado el edificio por un incendio ocurrido el día 19 de junio de 1939, que entre otros daños, fundió la maquinaria del reloj situado en una torreta construida al lado izquierdo de la fachada, en cuya base hubo un pequeño jardín cercado por una reja de forja.
Del inutilizado reloj resta memoria en la campana instalada en el tejado de la referida torreta en el interior de un armazón de hierro artísticamente forjado y rematado por una veleta que puede apreciar cualquier paseante de la Plaza de la Universidad (antes Plazuela de Santa María o del Mercado Viejo).
-Véase también: El Edificio de la Universidad
-Fuente: http://campus.usal.es/ipre/foto.jsp?foto=2001/09/30/19066
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