Real iglesia de San Miguel y San Julián


Ocupa el edificio de la iglesia profesa de la Compañía de Jesús, tras la expulsión de ésta. Residen en ella desde 1775 las parroquias de San Miguel y San Julián. Es conocida habitualmente por San Miguel.
Antolinez de Burgos, Canesi y Sangrador se han ocupado del establecimiento de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Valladolid. Parece ser que se funda en 1543 por los Padres Pedro Fabro y Antonio Araoz, los cuales habían llegado a Valladolid desde Lisboa, para asistir al matrimonio de Felipe II (entonces principe) y María de Portugal. El templo fue colocado bajo la advocación de San Antonio de Padua, el santo portugués. Estuvo situado en una casa propiedad de los Blanco, en la Redecilla, como decía una inscripción que Canesi menciona. Un paso hacia delante viene dado por la llegada a Valladolid en 1551 de Francisco de Borja, marqués de Lombay, miembro del equipo fundacional con Ignacio de Loyola. Atrajo a numerosos devotos, de suerte que la fundación en Valladolid quedó consolidada.
Don Alfonso Pérez de Vivero, vizconde de Altamira, y su mujer, María de Mercado, donaron a la Compañía sus casas principales, situadas donde hoy está la actual fábrica, comenzándose de esta suerte la edificación del templo. Pero el hecho decisivo para el engrandecimiento artístico fue la adquisición del patronato de la Casa Profesa por parte de los Condes de Fuensaldaña. Las diferentes escrituras nos dan una cumplida información.


La fundación del patronato la realiza doña Magdalena de Borja Oñez y Loyola, viuda ya de don Juan Urbán Pérez de Vivero, Conde de Fuensaldaña y Vizconde de Altamira, quien le había dejado poder para testar a favor de los dos. La escritura de testamento, que autorizaba la fundación del patronato, lleva la fecha de 21 de diciembre de 1610. Lo que se acuerda es la fundación de una casa de Probación para Novicios, unida a la Casa Profesa ya existente, con un fondo de 4000 ducados de renta al año. Deseaba la fundadora que la Casa de Probación quedara bajo la advocación de Francisco de Borja, en el caso de que éste llegara a ser beatificado o canonizado. Ella era nieta de éste, como hija de Juan de Borja, hijo del Duque de Gandía.
En cuanto a la Casa Profesa, ésta debería tomar la advocación de San Ignacio, del cual ella era sobrina. Al ser beatificado Ignacio de Loyola, se halló motivo para cambiar la advocación que hasta entonces tenía como templo de San Antonio de Padua.
La Compañía quedaba obligado a destinar la capilla mayor a entierro de los fundadores. Según se estipula, el sepulcro sería colocado en la pared del lado del evangelio, no en el centro, para que no estorbara a la liturgia.


No hay duda de que la fundación tuvo su cumplimiento, realizándose el sepulcro de los Condes. El 20 de diciembre de 1625, doña Magdalena de Borja firmaba un codicilo, dejando encargada a su costa una colgadura para adorno de las paredes, con un fondo de 3000 ducados. El 22 de diciembre de 1625, dejó un testamento cerrado, falleciendo el mismo día. Con las formalidades habituales, se procedió a la apertura del testamento cerrado. En él doña Magdalena, como patrona de la Casa Profesa de Valladolid, reconocía a ésta como heredera de todos sus bienes, dejando encargado el que se realizara la Casa de Probación, todavía sin comenzar. Entre los testamentarios figura su hermano don Francisco de Borja, Príncipe de Esquilache y Conde de Mayalde.


Este se sintió ofendido por el testamento, pues había tratado con doña Magdalena que le instituyeran a él como patrono, por el hecho de poseer familia, ya que los Condes de Fuensaldaña carecieron de hijos. Según los documentos que presenta al Príncipe de Esquilache, parece que la propia doña Magdalena había intercedido ente el General de la Compañía para que el patronato fuera transferido a favor de aquél. Pero lo único legal que permanece a la muerte de doña Magdalena es el testamento último, declarando heredera a la Casa Profesa de Valladolid. Sin embargo la reclamación, aunque tardía, fue escuchada por la Compañía. El Prepósito General de la Compañía de Jesús, con fecha de 2 de mayo de 1652, reconoció al patronato a favor del Príncipe de Esquilache. El día 13 de febrero de 1653, en nombre del Príncipe tomó posesión el patronato en Valladolid el Duque de Medina Sidonia. En el testamento realizado por don Francisco de Borja, hermano del príncipe de Esquilache, manifiesta su voluntad de establecer el panteón de su familia en la iglesia de Valladolid, en una bóveda que se habría de hacer bajo el suelo de la iglesia y adonde se trasladarían los cuerpos de su esposa y otro miembros, que yacían en el convento de Carmelitas Descalzas de Zaragoza, el llamado de las Fecetas. Pero pese a todo, este cambio de patronato no tuvo la menor efectividad. No se hizo el panteón, ni se pusieron los escudos de los Borja. En toda la documentación de esta Casa Profesa siguió mencionándose a los Condes de Fuensaldaña como patronos y fundadores del templo. Sin embargo, la función propia de Casa de Probación no tuvo cumplimiento. El papel de Seminario de Jesuitas siguió asumido por el colegio de Villagarcía de Campos, y en la ciudad de Valladolid, por el Colegio de San Ambrosio.
Otros benefactores ha tenido esta Casa Profesa. Así el licenciado Juan Martínez Cabeza Leal, que había ejercido como deán en la catedral de Plasencia. En su testamento de 25 de abril de 1628 dejó determinado que lo sepultaran en la iglesia de la Casa Profesa de Valladolid, donde dejó establecida una capellanía. Donó su librería al Colegio de Villagarcía, precisamente porque no se había realizado la Casa de Probación de San Ignacio.


Una notable fundación es la de la Marquesa de Viana, doña Magdalena Pimentel y Fajardo. Por escritura de 4 de enero de 1666 establecieron su sepulcro los Marqueses de Viana en la sacristía de Colegio de San Ignacio, cediendo en compensación a éste un censo que les correspondía, de 20.000 ducados. El sepulcro tenía que situarse en la pared de la sacristía, detrás del altar mayor, con los bultos de los Marqueses, imitando la disposición que tenían en la iglesia los de los Condes de Fuensaldaña. Enfrente estaría un altar. Sin embargo este sepulcro no llegó a realizarse; incluso en 1702 se redimió el censo de 20.000 ducados sobre los bienes del Marqués de Vega de Boecillo, cuyos beneficios se habían dado al Colegio. Sin embargo, la marquesa de Viana mantuvo su buena disposición hacia el Colegio, y en virtud de testamento de 8 de noviembre de 1702 dejaba a éste como heredero de sus bienes, una vez que se hubiera efectuado almoneda de los mismos. Figura la relación de bienes y la tasación, efectuada por el Hermano de la Compañía Francisco Mauleón. Una parte de estos bienes no se vendieron y se conservan en la iglesia. Disponía que ardiese perpetuamente una lámpara en el altar de Nuestra Señor de Loreto, que tenía juntamente la imagen de María Magdalena, patrona de la Marquesa. Este altar se encuentra en el lado del evangelio, y aunque no lleva escudos, es evidente que se mandó hacer a expensas de la Marquesa, la cual falleció el 12 de octubre de 1703. Esta capilla por tanto se puede considerar como la propia de los Marqueses de Viana. Canesi refiere que el Reverendo Padre General “dio sufragios de fundadores de Colegio”, a los Marqueses de Viana, es decir, a Don Rodrigo Pimentel Ponce de León y Doña María Pimentel Fajardo, precisando que ambos yacen en él. Presumiblemente se hallarán bajo el suelo de la capilla citada.
El mismo Canesi habla de otras instituciones. Así la Congregación de ciudadanos del Niño Perdido, regentada por los congregantes de los Niños del Albergue. También una Congregación de Sacerdotes. El Padre Villar, ye en el siglo XVIII, creó la Hermandad de la Buena Muerte y otra junto con ella del Corazón de Jesús. Ambas advocaciones reciben culto en la capilla del Cristo de la Buena Muerte. Como es sabido, los jesuitas figuran entre los impulsores del culto a los Sagrados Corazones.
La capilla de San Antonio de Padua fue fundada y dotada por los señores Juan de Benavente y Antonia de Benavente, el año 1632. Por su parte los señores Gabriel de Valdés y su mujer doña Magdalena de Santa Cruz establecieron la fiesta de las Esclavas, en 1632.
La iglesia y Colegio mantuvieron una vida muy activa. En 1733 se renovaba toda la botica y en 1765 se hacía un nuevo tabernáculo. Sin embargo, el año de 1767 la Compañía de Jesús quedó extinguida en todos los dominios españoles, y sus bienes fueron confiscados. El día 18 de abril de dicho año, Ángel de Bustamante, juez subdelegado para la ocupación de Temporalidades, realizaba el inventario de los bienes que contenían en el Colegio de San Ignacio, en todas sus dependencias e incluso en la finca que la Compañía poseía en Villanueva de Duero.


La política de Carlos III se dirigía a potenciar la vida parroquial. En virtud de ellos, por decreto de 12 de noviembre de 1775, las parroquias de San Miguel y San Julián, que poseían edificios viejos, se unifican y destinan al templo de San Ignacio. Como consecuencia de esto se trasladan al templo de San Ignacio los objetos e imágenes de las parroquias indicadas. Del altar mayor se quitó la figura de San Ignacio y se reemplazó por la de San Miguel; de igual suerte, en el tabernáculo se colocaron las figuras de San Julián y Santa Basilisa. El Rey mandó dar el nombre de Real al templo de San Miguel. Fueron retirados los símbolos de la Compañía y se colocaron los escudos reales en la fachada del templo.
La parroquia de San Miguel era una de las más antiguas del Valladolid medieval. Empezó como iglesia de San Pelayo y ya existía desde el siglo XI. Después del derribo, se hizo plaza, quitándose la cruz de piedra, que se encuentra en el panteón del Cabildo Metropolitano, en el cementerio de la ciudad. La parroquia de San Julián se hallaba a la esquina de las actuales calles de San Ignacio y de la Encarnación.


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Fuente: Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid. Parte Primera.
Por Juan José Martín González y Jesús Urrea Fernández

Comentarios

Rubén ha dicho que…
Un edificio muy interesante y supongo que bastante desconocido para quienes se aventuran por las calles de la vieja Pucela.
Un saludo, amigo.