Como muchos otros conventos, tuvo su origen en un punto alejado de la población, siendo el desarrollo de Valladolid lo que motivó su establecimiento. Diversos historiadores, entre ellos Sangrador, establecen la fundación del convento hacia 1550 en Villasirga, provincia de Palencia, es decir, Villalcázar de Sirga. De su traslado a Valladolid se encargaron los Condes de Osorno, cosa que sucedió en 1552. El Conde les preparó acomodo en una casa en la Puerta del Campo, y de ella pasaron al emplazamiento definitivo, frente a la Real Audiencia y Chancillería. El convento ocupa un conjunto de varias casas nobles, que fueron sucesivamente compradas.
Aquí se menciona en 1552 el palacio de don Alonso de Argüello, secretario de Su Majestad, que lindaba con casas del licenciado Galarza, del Consejo de Su Majestad, y con las del licenciado Ortíz, catedrático de la Universidad. Dichas casas principales pasaron a propiedad de Beatriz de Argüello, hija de don Alonso, casada con Gómez de Portillo. Estos la vendieron a los marqueses de Villafranca, don Fadrique Osorio de Toledo y doña Inés Pimentel. A su vez en 1572 la marquesa de Villafranca, ya viuda, vendió dichas casas al boticario Juan López de Medrano, casado con María Ortiz, por precio de 5.500 ducados, entrando con la casa la huerta y corrales. Pero en rigor estos señores no las adquirieron para ellos, sino para la comunidad de Descalzas Franciscanas de la orden de Santa Clara “de Nuestra Señora de la Piedad, que son las que al presente viven y han vivido desde el día que se compraron”. Por esta razón, dichos señores en 1585 otorgan escritura de renuncia de las casas a favor de las madres descalzas.
En 1595 se suscribió escritura de patronato, adquiriendo la capilla mayor para su enterramiento, con bóveda y bultos funerarios, los señores don Francisco Enríquez de Almansa y su esposa doña Marina de Zúñiga y Velasco. El compromiso suponía obligación de construir “una casa, iglesia y monasterio de edificio decente, suntuoso, de la traza y foír conveniente”. Además entregarían una renta anual de doscientos mil maravedís”. El nuevo patrono era caballero del hábito de Santiago y gentilhombre de la Boca de Su Majestad. La escritura es firme, pero sin que sepamos las causas, al llegar a Valladolid la Corte, con los Reyes Felipe III y doña Margarita de Austria, son éstos quienes se hacen cargo del patronato y de la edificación del nuevo monasterio.
Durante los años de la estancia se inició la construcción del nuevo monasterio, pero la escritura definitiva del patronato no se firmó hasta el 26 de junio de 1615. En ella se dice que el monasterio había cambiado la advocación de la Piedad por de la Asunción. Quedaba la comunidad obligada a decir la misa conventual de cada día por el alma de la reina doña Margarita, que había fallecido en 1611. Se fijaba en treinta y tres el número de religiosas, todas las cuales habían de ingresar por designación expresa de los reyes y sin dote; y se prohibía enterrar a nadie en la iglesia sin expreso consentimiento de Su Majestad. La Corona había de entregar quinientos ducados anuales para el servicio del monasterio. Datos muy valiosos acerca del proceso de construcción ofrece un artículo de don Juan José Junquera.
En una relación de 26 de febrero de 1614 se menciona lo que faltaba por hacer en el edificio, que “lo dejó trazado Francisco de Mora”. Así queda documentado el nuevo monasterio, como obra del arquitecto del Rey, como había ya indicado Llaguno. En rigor fue la reina doña Margarita la que tomó sobre sí el patronato, como se menciona en la Vida de ésta escrita por don Diego de Guzmán. Pero Francisco de Mora era fundamentalmente tracista; no se aplicaba a la ejecución. Era como tal tracista el verdadero prototipo de arquitecto. Con arreglo a sus trazas dirigió la obra Diego de Praves, quien era maestro mayor de las obras de Su Majestad en Castilla la Vieja. En 1615 estaban adelantadas, pero para acelerar la edificación la Corona ayuda con dos mil ducados. Poco después se efectuaría la ocupación del nuevo convento, levantado en el mismo edificio anterior, en el que se respetaron determinados elementos.
El convento quedó asistido por la ayuda económica permanente de la Corona. En 1628 el Rey Felipe IV ordenaba costear ciertos reparos. En 1657 se compran dos casas que poseía don Fernando de Rojas y Argüelles, regidor de la ciudad, situadas “en la calle que llaman del Prado…junto al convento de las Franciscanas Descalzas”, por cuantía de dos mil ducados. De esta suerte el convento pudo extender su huerta por esta parte. El convento ofrece hoy un vasto dominio, que no ha sufrido merma, frente a la plaza de Chancillería, con vuelta a las calles San Martín y del Prado. Comprende iglesia, delantera, dos claustros y huerta.
Se perciben restos de los palacios que fueron comprados; dos grandes portadas de piedra, con arcos de medio punto, corresponden a las casas principales de don Alonso de Argüelles, que luego fueron a parar a la Marquesa de Villafranca y de ésta a las descalzas franciscanas. Hay además un torreón, símbolo palacial, con tres planas. Al pasar al uso conventual, los balcones se cerrarían, resultando actualmente celosías en las ventanas. Posee excelentes maderamientos. El tejado se dispone a cuatro vertientes, siendo visible la trama en la última planta, hecha como mirador.
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Aquí se menciona en 1552 el palacio de don Alonso de Argüello, secretario de Su Majestad, que lindaba con casas del licenciado Galarza, del Consejo de Su Majestad, y con las del licenciado Ortíz, catedrático de la Universidad. Dichas casas principales pasaron a propiedad de Beatriz de Argüello, hija de don Alonso, casada con Gómez de Portillo. Estos la vendieron a los marqueses de Villafranca, don Fadrique Osorio de Toledo y doña Inés Pimentel. A su vez en 1572 la marquesa de Villafranca, ya viuda, vendió dichas casas al boticario Juan López de Medrano, casado con María Ortiz, por precio de 5.500 ducados, entrando con la casa la huerta y corrales. Pero en rigor estos señores no las adquirieron para ellos, sino para la comunidad de Descalzas Franciscanas de la orden de Santa Clara “de Nuestra Señora de la Piedad, que son las que al presente viven y han vivido desde el día que se compraron”. Por esta razón, dichos señores en 1585 otorgan escritura de renuncia de las casas a favor de las madres descalzas.
En 1595 se suscribió escritura de patronato, adquiriendo la capilla mayor para su enterramiento, con bóveda y bultos funerarios, los señores don Francisco Enríquez de Almansa y su esposa doña Marina de Zúñiga y Velasco. El compromiso suponía obligación de construir “una casa, iglesia y monasterio de edificio decente, suntuoso, de la traza y foír conveniente”. Además entregarían una renta anual de doscientos mil maravedís”. El nuevo patrono era caballero del hábito de Santiago y gentilhombre de la Boca de Su Majestad. La escritura es firme, pero sin que sepamos las causas, al llegar a Valladolid la Corte, con los Reyes Felipe III y doña Margarita de Austria, son éstos quienes se hacen cargo del patronato y de la edificación del nuevo monasterio.
Durante los años de la estancia se inició la construcción del nuevo monasterio, pero la escritura definitiva del patronato no se firmó hasta el 26 de junio de 1615. En ella se dice que el monasterio había cambiado la advocación de la Piedad por de la Asunción. Quedaba la comunidad obligada a decir la misa conventual de cada día por el alma de la reina doña Margarita, que había fallecido en 1611. Se fijaba en treinta y tres el número de religiosas, todas las cuales habían de ingresar por designación expresa de los reyes y sin dote; y se prohibía enterrar a nadie en la iglesia sin expreso consentimiento de Su Majestad. La Corona había de entregar quinientos ducados anuales para el servicio del monasterio. Datos muy valiosos acerca del proceso de construcción ofrece un artículo de don Juan José Junquera.
En una relación de 26 de febrero de 1614 se menciona lo que faltaba por hacer en el edificio, que “lo dejó trazado Francisco de Mora”. Así queda documentado el nuevo monasterio, como obra del arquitecto del Rey, como había ya indicado Llaguno. En rigor fue la reina doña Margarita la que tomó sobre sí el patronato, como se menciona en la Vida de ésta escrita por don Diego de Guzmán. Pero Francisco de Mora era fundamentalmente tracista; no se aplicaba a la ejecución. Era como tal tracista el verdadero prototipo de arquitecto. Con arreglo a sus trazas dirigió la obra Diego de Praves, quien era maestro mayor de las obras de Su Majestad en Castilla la Vieja. En 1615 estaban adelantadas, pero para acelerar la edificación la Corona ayuda con dos mil ducados. Poco después se efectuaría la ocupación del nuevo convento, levantado en el mismo edificio anterior, en el que se respetaron determinados elementos.
El convento quedó asistido por la ayuda económica permanente de la Corona. En 1628 el Rey Felipe IV ordenaba costear ciertos reparos. En 1657 se compran dos casas que poseía don Fernando de Rojas y Argüelles, regidor de la ciudad, situadas “en la calle que llaman del Prado…junto al convento de las Franciscanas Descalzas”, por cuantía de dos mil ducados. De esta suerte el convento pudo extender su huerta por esta parte. El convento ofrece hoy un vasto dominio, que no ha sufrido merma, frente a la plaza de Chancillería, con vuelta a las calles San Martín y del Prado. Comprende iglesia, delantera, dos claustros y huerta.
Se perciben restos de los palacios que fueron comprados; dos grandes portadas de piedra, con arcos de medio punto, corresponden a las casas principales de don Alonso de Argüelles, que luego fueron a parar a la Marquesa de Villafranca y de ésta a las descalzas franciscanas. Hay además un torreón, símbolo palacial, con tres planas. Al pasar al uso conventual, los balcones se cerrarían, resultando actualmente celosías en las ventanas. Posee excelentes maderamientos. El tejado se dispone a cuatro vertientes, siendo visible la trama en la última planta, hecha como mirador.
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-Fuente: Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid, parte segunda. (Juan José Martín González y Fco. Javier de la Plaza Santiago). ISBN: 84-505-5518-3
Comentarios
¡Un saludo!
Toc, toc, permiso Jesús, que enojado estas, seguro tienes tus motivos, pero bueno hay que hacerse respetar, porque aquellos de allí acusan mucho a todo el mundo y menos mal que este año voy con menos votos, jijiji
Que te respeten, pero no te enojes……
Un abrazo de oso y nos vemos.