Por José Delfín del Val
Hoy quisiéramos agradecer al Ayuntamiento la instalación de una serie de placas de bronce, colocadas en el suelo de la Plaza Mayor y su entorno, que dan a los curiosos un testimonio de lo que fue aquella legendaria Plaza del Mercado, Plaza de la Constitución (de 1813), Plaza Real de Fernando Séptimo, y Plaza Mayor, que todos estos nombres ha tenido ese lugar tan principal en la vida de la ciudad.
Son anuncios, realizados en materia noble e imborrable, de la incuria que el tiempo nos ha otorgado, hasta que consigamos que del viejo Valladolid no quede nada. Nos está constando mucho pero poco a poco vamos obteniendo notables fracasos. Sólo placas de bronce en los nobles suelos, como contribución a la voracidad de la piqueta y en aras de lo que unos llaman progreso y otros justifican en el mote de transformación urbanística. El caso es que estamos echando abajo demasiados edificios históricos.
Frente al número 7 y en el suelo se ha montado una de las placas más vergonzosas. La que dice: “Antigua portada de San Francisco. Aquí se situó la capilla abierta a la Plaza, la Armería de la villa y el antiguo concejo. Además aquí desde 1498 tuvo sede la cofradía penitencial de la Santa Vera Cruz”. Debajo de esto, en una cartela inferior puede leerse un fragmento del acuerdo al que se llegó (tras el incendio de 1561 que se llevó por delante más de cuatrocientas casas), en el que el Dr. Velasco y el licenciado Vargas con la ayuda, incluso económica, de Felipe II determinaron que se edificaran nuevas calles y casas y en San Francisco “que se haga la portada sacándola a nivel de lo demás y encima se haga un corredor (balcón) con un altar para decir misa y sobre este corredor aya otros hasta ygualar con el alto de las casas”.
En el suelo de la calle Lencería se ha instalado una placa que dice: “Corrillo de los Lenceros y soportales de la Audiencia”. Por si fuera necesario hacemos la aclaración de que la calle o lo que hoy entendemos por lencería más o menos interior y fina, sino porque allí tenían sus tiendas los vendedores de lienzos y telas semejantes. Que sirvieran después para confeccionar calzoncillos o bragas, era cosa de cada cual..
La Red era un espacio de la Rinconada, donde se construyeron puestos de venta de pescado fresco de mar y de río que desde 1436, y por concesión graciosa del rey Don Juan II recibía, a modo de almacenista o mayorista, Alfonso García de la Torre que tenía su casa y depósito en la acera de San Francisco, en el llamado “Sitio de la Red” en un lugar no muy alejado del denominado contemporáneamente “Corral de Torneros”, como consta en otra placa instalada cerca del Café del Norte.
Una nueva placa, situada a la entrada de la calle de La Pasión, frente a una expendeduría de tabacos, recuerda que allí estaba la “entrada al Corral de Ricote y portales de Coleteros”.
Se acepta con desasosiego la colocación de esas placas que testimonian un hecho histórico o anecdótico de nuestro ayer perdido. Si no hubiera desaparecido el monasterio de San Francisco, no sería necesario ahora decir dónde estuvo. Si se hubieran conservado las tres calles más que salían de la Plaza Mayor por el lado de Lencería, no sería necesario testimoniarlo con sendas placas en el lugar donde estuvieron.
-Fuente: Aire de Siglos (Selección de Articulos) . José Delfín Val. ISBN:84-95389-82-7 y 84-96186-05-9
Hoy quisiéramos agradecer al Ayuntamiento la instalación de una serie de placas de bronce, colocadas en el suelo de la Plaza Mayor y su entorno, que dan a los curiosos un testimonio de lo que fue aquella legendaria Plaza del Mercado, Plaza de la Constitución (de 1813), Plaza Real de Fernando Séptimo, y Plaza Mayor, que todos estos nombres ha tenido ese lugar tan principal en la vida de la ciudad.
Son anuncios, realizados en materia noble e imborrable, de la incuria que el tiempo nos ha otorgado, hasta que consigamos que del viejo Valladolid no quede nada. Nos está constando mucho pero poco a poco vamos obteniendo notables fracasos. Sólo placas de bronce en los nobles suelos, como contribución a la voracidad de la piqueta y en aras de lo que unos llaman progreso y otros justifican en el mote de transformación urbanística. El caso es que estamos echando abajo demasiados edificios históricos.
Frente al número 7 y en el suelo se ha montado una de las placas más vergonzosas. La que dice: “Antigua portada de San Francisco. Aquí se situó la capilla abierta a la Plaza, la Armería de la villa y el antiguo concejo. Además aquí desde 1498 tuvo sede la cofradía penitencial de la Santa Vera Cruz”. Debajo de esto, en una cartela inferior puede leerse un fragmento del acuerdo al que se llegó (tras el incendio de 1561 que se llevó por delante más de cuatrocientas casas), en el que el Dr. Velasco y el licenciado Vargas con la ayuda, incluso económica, de Felipe II determinaron que se edificaran nuevas calles y casas y en San Francisco “que se haga la portada sacándola a nivel de lo demás y encima se haga un corredor (balcón) con un altar para decir misa y sobre este corredor aya otros hasta ygualar con el alto de las casas”.
En el suelo de la calle Lencería se ha instalado una placa que dice: “Corrillo de los Lenceros y soportales de la Audiencia”. Por si fuera necesario hacemos la aclaración de que la calle o lo que hoy entendemos por lencería más o menos interior y fina, sino porque allí tenían sus tiendas los vendedores de lienzos y telas semejantes. Que sirvieran después para confeccionar calzoncillos o bragas, era cosa de cada cual..
La Red era un espacio de la Rinconada, donde se construyeron puestos de venta de pescado fresco de mar y de río que desde 1436, y por concesión graciosa del rey Don Juan II recibía, a modo de almacenista o mayorista, Alfonso García de la Torre que tenía su casa y depósito en la acera de San Francisco, en el llamado “Sitio de la Red” en un lugar no muy alejado del denominado contemporáneamente “Corral de Torneros”, como consta en otra placa instalada cerca del Café del Norte.
Una nueva placa, situada a la entrada de la calle de La Pasión, frente a una expendeduría de tabacos, recuerda que allí estaba la “entrada al Corral de Ricote y portales de Coleteros”.
Se acepta con desasosiego la colocación de esas placas que testimonian un hecho histórico o anecdótico de nuestro ayer perdido. Si no hubiera desaparecido el monasterio de San Francisco, no sería necesario ahora decir dónde estuvo. Si se hubieran conservado las tres calles más que salían de la Plaza Mayor por el lado de Lencería, no sería necesario testimoniarlo con sendas placas en el lugar donde estuvieron.
-Fuente: Aire de Siglos (Selección de Articulos) . José Delfín Val. ISBN:84-95389-82-7 y 84-96186-05-9
Comentarios
Es una gran pena.
Saludos.