Dibujo de Ventura Pérez para ilustrar una copia de la "Historia de Valladolid" de Antolinez de Burgos. (Siglo XVIII). Fuente: Domus Pucelae
En el siglo XVII se puso de moda en Valladolid construir una rampa sobre el rio Pisuerga a la que se hacía subir a varios toros para dejarlos caer (despeñarlos) sobre las aguas. En el río les esperaba una abigarrada multitud que los lidiaban a nado o desde algunas barcas y posteriormente los obligaban a salir a tierra a donde se les daba muerte. El público contemplaba el espectáculo desde los jardines de la Huerta de la Ribera.
Los toboganes partían de los jardines del palacio de recreo o de verano llamado Palacio de la Ribera (hoy barrio de la Huerta del Rey), que el duque de Lerma mandó construir para Felipe III.
Lo describe Sangrador con motivo de la llegada a Valladolid del rey Felipe IV en 1660: "Al efecto se había construido contíguo al palacio una elevada rambla o pendiente de madera, cuya extremidad superior descansaba sobre las fuertes estacas clavadas en la tierra, introduciéndole la inferior en las aguas del Pisuerga. Preparado éste rápido descenso del modo conveniente se precipitaron por él algunos toros que sumergiéndose con estrépito en las aguas fueron acometidos por infinidad de valientes lidiadores, que unos desde las barcas y otros a nado, se arrojaban armados contra las fieras hasta obligarlas a salir a tierra. Multitud de gentes de a pie y a caballo provistos de rejones, lanzas y espadas les esperaban en la opuesta orilla, acometiéndoles con denodado arrojo hasta darles la muerte"
Los toboganes partían de los jardines del palacio de recreo o de verano llamado Palacio de la Ribera (hoy barrio de la Huerta del Rey), que el duque de Lerma mandó construir para Felipe III.
Lo describe Sangrador con motivo de la llegada a Valladolid del rey Felipe IV en 1660: "Al efecto se había construido contíguo al palacio una elevada rambla o pendiente de madera, cuya extremidad superior descansaba sobre las fuertes estacas clavadas en la tierra, introduciéndole la inferior en las aguas del Pisuerga. Preparado éste rápido descenso del modo conveniente se precipitaron por él algunos toros que sumergiéndose con estrépito en las aguas fueron acometidos por infinidad de valientes lidiadores, que unos desde las barcas y otros a nado, se arrojaban armados contra las fieras hasta obligarlas a salir a tierra. Multitud de gentes de a pie y a caballo provistos de rejones, lanzas y espadas les esperaban en la opuesta orilla, acometiéndoles con denodado arrojo hasta darles la muerte"
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