Hace más de 30 años que el simpático y castizo cine de la calle Panaderos cerró sus puertas sin que nadie se haya dignado a dedicarle el más mínimo recuerdo por lo mucho que supuso en los días en que no había televisión ni nada de nada en el mundo del espectáculo asequible o casero con que pasar las horas tediosas de las interminables tardes invernales. El ir a “Capi” un día a ver una película del Oeste y una comedia americana, bien pertrechados de pipas o “cacagüeses”, era una verdadera solución al problema para entretener al aburrimiento y las ganas de merendar en los tiempos del gasógeno, la cartilla de racionamiento, del riche más negro que el alma de Judas para todo el día y las labores de “picao” al cuadrado de la Tabacalera o de los “Ideales”, a los que se les llamó como suprema alabanza “caldo de gallina”.
Junto al Cine Hispania, en la que fuera Casa Social Católica, cubrió una época en el barrio de San Andrés.
En sus duras butacas de madera vibrábamos ante las galopadas interminables de Gary Cooper, o unas exóticas películas interpretadas por La Jana, estrella india.
Programas dobles con documentales de la UFA de la Segunda Guerra Mundial, con contraluces de torpedeamientos de barcos mercantes, piquetes y alambradas, bombardeos espeluznantes y lanzamientos masivos de paracaidistas alemanes desde un trimotor, fueron el “introito” de cada día como embocadura macabra de las películas que, entre el triscar de las pipas y el crugido de los “cacagüeses”, íbamos contemplando sentados en las duras butacas de Capitol, que eran un símbolo y un punto de apoyatura para el recuerdo de la dureza de la vida de aquellos días que no debíamos olvidar por la grandiosa fantasía de los salones que veíamos a través de la pantalla.
El Capitol, se inauguró en el otoño de 1931, con una película sonora, por supuesto, y hablaba en español, cosa no muy frecuente por entonces, que ustedes recordarán y que se titulaba “Su noche de bodas” y en la que hacían las delicias de los espectadores Miguel Ligero, con su proverbial gracia y simpatía, y la elegante y guapa Imperio Argentina, quien con su voz de cristal cantaba aquello de: “Recordar las dulces horas del ayer/Recordar aquella noche loca…”.
También en Capitol, puesto que teatro era, se hicieron representaciones de comedia y zarzuela, así como variedades.
Hubo también, revista en Capitol, desfilando por allí vedettes como Conchita Paez en “La pipa de oro”.
Pintado de color azul fue Capitol en sus primicias, con acomodadoras jóvenes, gentiles y agraciadas que con educación y destreza atendían al público con sus uniformes también azules y primorosamente hechos.
El Capitol quería ser el reflejo, al modo popular, del teatro Calderón. Si en el teatro Calderón se celebraban por carnavales grandes bailes de máscaras para la alta burguesía, el Capitol no se quedaba atrás y los organizaba para las clases más modestas. Pero el Calderón siempre ganaba en calidad, en cantidad y en recursos y artificios teatrales.
También fue convertido en cuadrilátero de ring, en donde la promesa local "El Pantera", asestaba tremendos puñetazos ante el delirio de la hinchada.
Poco a poco el querido cine de la castiza calle de Panaderos, se fue deteriorando como la salud de un enfermo a quien no se pone adecuado remedio hasta que el mal se hace incurable, acabando con su existencia. Nadie se acuerda de los viejos ni de lo viejo, por eso nadie nos hemos acordado del Capitol de otros días y a bullicio de su existencia jacarandosa, simpática y popular, acompaña hoy el silencio interminable del olvido.
Junto al Cine Hispania, en la que fuera Casa Social Católica, cubrió una época en el barrio de San Andrés.
En sus duras butacas de madera vibrábamos ante las galopadas interminables de Gary Cooper, o unas exóticas películas interpretadas por La Jana, estrella india.
Programas dobles con documentales de la UFA de la Segunda Guerra Mundial, con contraluces de torpedeamientos de barcos mercantes, piquetes y alambradas, bombardeos espeluznantes y lanzamientos masivos de paracaidistas alemanes desde un trimotor, fueron el “introito” de cada día como embocadura macabra de las películas que, entre el triscar de las pipas y el crugido de los “cacagüeses”, íbamos contemplando sentados en las duras butacas de Capitol, que eran un símbolo y un punto de apoyatura para el recuerdo de la dureza de la vida de aquellos días que no debíamos olvidar por la grandiosa fantasía de los salones que veíamos a través de la pantalla.
El Capitol, se inauguró en el otoño de 1931, con una película sonora, por supuesto, y hablaba en español, cosa no muy frecuente por entonces, que ustedes recordarán y que se titulaba “Su noche de bodas” y en la que hacían las delicias de los espectadores Miguel Ligero, con su proverbial gracia y simpatía, y la elegante y guapa Imperio Argentina, quien con su voz de cristal cantaba aquello de: “Recordar las dulces horas del ayer/Recordar aquella noche loca…”.
También en Capitol, puesto que teatro era, se hicieron representaciones de comedia y zarzuela, así como variedades.
Hubo también, revista en Capitol, desfilando por allí vedettes como Conchita Paez en “La pipa de oro”.
Pintado de color azul fue Capitol en sus primicias, con acomodadoras jóvenes, gentiles y agraciadas que con educación y destreza atendían al público con sus uniformes también azules y primorosamente hechos.
El Capitol quería ser el reflejo, al modo popular, del teatro Calderón. Si en el teatro Calderón se celebraban por carnavales grandes bailes de máscaras para la alta burguesía, el Capitol no se quedaba atrás y los organizaba para las clases más modestas. Pero el Calderón siempre ganaba en calidad, en cantidad y en recursos y artificios teatrales.
También fue convertido en cuadrilátero de ring, en donde la promesa local "El Pantera", asestaba tremendos puñetazos ante el delirio de la hinchada.
Poco a poco el querido cine de la castiza calle de Panaderos, se fue deteriorando como la salud de un enfermo a quien no se pone adecuado remedio hasta que el mal se hace incurable, acabando con su existencia. Nadie se acuerda de los viejos ni de lo viejo, por eso nadie nos hemos acordado del Capitol de otros días y a bullicio de su existencia jacarandosa, simpática y popular, acompaña hoy el silencio interminable del olvido.
Fuente:
-Valladolid en la nostalgia. (Angel Allué). ISBN: 84-86047-39-0
AMBITO EDICIONES
-Aire de Siglos - José Delfín Val
-Historias de un barrio. Estampas del Valladolid que fue. (Miguel Angel Pastor)
-Valladolid en la nostalgia. (Angel Allué). ISBN: 84-86047-39-0
AMBITO EDICIONES
-Aire de Siglos - José Delfín Val
-Historias de un barrio. Estampas del Valladolid que fue. (Miguel Angel Pastor)
Comentarios
También recuerdo el cine Matallana... podías un día hacerle un pequeño recuerdo?
Tengo 47 años y parece que fue el otro día cuando estuve allí viendo Le llamaban Trinidad, recuerdo
perfectamente las butacas del cine,
incluso la entrada a la sala, y gracias a su articulo me ha refrescado mas la memoria ,es como si no hubiese pasado el tiempo...¡ uf! que de cosas han cambiado.
En la foto superior se ve la fachada muy deteriorada, supongo que el cine a juzgar por el modelo de los coches que se ven debería haber cerrado años atrás, me parece recordar esos tres portones pintados de azul.
Yo vivo ahi :)
Donde se ubicaba el cine hay ahora un edificio. Yo lo vi construir ya que pasaba cada día por delante. Como curiosidad diré que la pantalla del cine se encuentra en la parte de atrás del mismo. Tal vez los actuales inquilinos sueñan alguna vez con ese cine,,,