En la calle Calixto Fernández de la Torre pasando casi desapercibida entre modernas boutiques y restaurantes, pervive desde hace casi 56 años una de las relojerías más vetustas de la ciudad. Leonardo Rojo es quien la regenta desde el año 1969. Fue su padre Jesús quien cuatro años antes se hizo cargo del local que originalmente era una zapatería regentada por Francisco Martín.
Nacido en Zamora hace 62 años, Leonardo se encarga en la actualidad él solo del local. "Antes era mi madre quien atendía al público dice Leonardo, mientras que mi padre, mis hermanos y yo nos encargábamos del taller". Y todo ello en una superficie de apenas 10 metros cuadrados. El local no ha sido reformado desde que su padre se hiciera cargo del mismo, lo que le da un atractivo sabor añejo.
El goteo de clientes es casi constante, y es que, dice Leonardo, "esto de la crisis aunque parezca una contradicción ha venido bien a negocios como el mio, la gente en lugar de comprar relojes, ahora prefiere repararlos, lo mismo pasa con las zapaterías".
Y es que Leonardo apenas se dedica a la venta, su local es en esencia un taller de reparación. Preguntado por el futuro de la relojería parece ser que salvo traspaso, la misma no sobrevivirá a su jubilación. "Mis hijos no quieren seguir con el negocio, tienen su carrera y esto no les atrae".
Ya van quedando pocos negocios con este encanto, con esta historia. Son lugares que nos transportan a ese pasado no tan lejano que en el fondo todos añoramos.
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Nacido en Zamora hace 62 años, Leonardo se encarga en la actualidad él solo del local. "Antes era mi madre quien atendía al público dice Leonardo, mientras que mi padre, mis hermanos y yo nos encargábamos del taller". Y todo ello en una superficie de apenas 10 metros cuadrados. El local no ha sido reformado desde que su padre se hiciera cargo del mismo, lo que le da un atractivo sabor añejo.
El goteo de clientes es casi constante, y es que, dice Leonardo, "esto de la crisis aunque parezca una contradicción ha venido bien a negocios como el mio, la gente en lugar de comprar relojes, ahora prefiere repararlos, lo mismo pasa con las zapaterías".
Y es que Leonardo apenas se dedica a la venta, su local es en esencia un taller de reparación. Preguntado por el futuro de la relojería parece ser que salvo traspaso, la misma no sobrevivirá a su jubilación. "Mis hijos no quieren seguir con el negocio, tienen su carrera y esto no les atrae".
Ya van quedando pocos negocios con este encanto, con esta historia. Son lugares que nos transportan a ese pasado no tan lejano que en el fondo todos añoramos.
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Muchos saludos