Ya se ha comentado en este blog (Putas, pulgas y piojos en Valladolid), cómo las aguas fecales se vertían en las calles (aquello del ¡Agua va!) y se arrojaban a los ríos, siendo una de las causas de pestilencias las cuales acababan diezmando las poblaciones de forma periódica. A ello se añadía un problema más: el fatalismo, pues no existía, ni se conocía remedio alguno para atajar estas calamidades. A cualquier infección vírica o unas fiebres, se aplicaba la “sangría”, para eliminar los “males”, consiguiendo de paso debilitar más al enfermo.
Las medidas higiénicas de construcción de retretes y la creación de las redes de alcantarillado se comenzaron a realizar en Valladolid a principios del siglo XX, normalizándolas a través de un “Reglamento para la construcción de retretes y desagües de aguas negras y pluviales de las viviendas de Valladolid”, que data del año 1908. En las poblaciones rurales tardaría al menos medio siglo más. En estos núcleos la gente acudía al tan socorrido corral por donde deambulaban las gallinas, perros y toda suerte de animales domésticos, donde de un alambre sobre la pared colgaban unos recortes de periódicos, en el mejor de los casos, si tenemos en cuenta que éste medio normalmente no llegaba a estas localidades.
En fin, en el artículo 1º del Título I de 1908 sobre los retretes, se dice que “En los edificios que se construyan de nueva planta, deberá instalarse un retrete en cada una de las habitaciones en que esté dividida la casa… En los edificios destinados a teatros, fábricas, talleres, cafés, oficinas, escuelas el Ayuntamiento al otorgar la licencia de construcciones fijará el número de retretes que habrán de instalarse…”. No hace falta imaginarse donde evacuaba la gente cuando acudía a estos lugares, concretamente en las escuelas rurales, sin retretes, a un lado de las mismas los niños competían y alardeaban de su precisión mingitoria. El reglamento en su artículo 2º señala cómo deben ser los retretes. “Deberán recibir aire y luz directa, para lo cual tendrán un vano a un patio o a la fachada del edificio …se recomienda que bajo el enlosado y alrededor del recipiente se coloque una chapa de plomo que impida el paso de las humedades”. El artículo 3º hace referencia a que “Todo retrete irá provisto de un depósito de agua que se llenará por medio de un injerto en la canalización del edificio… la capacidad será lo suficiente para que arroje agua en cantidad bastante para lavar la cubeta y arrastrar fácilmente las materias…”
Hoy resulta inconcebible que cualquier vivienda, por pequeña que resulte, carezca de un habitáculo donde se reúnen numerosos elementos higiénicos, siendo el lugar que con más frecuencia se visita o se habita.
En la fachada de la Residencia de Ancianos Nuestra Señora del Carmen hay un letrero apenas visible advirtiendo de las consecuencias de entre otras cosas orinar en la calle. Dice así: "DE ORDEN DE LA AUTORIDAD SE PROHIBE FIJAR CARTELES, HACER AGUAS MAYORES Y MENORES Y JUGAR A LA PELOTA BAJO LA MULTA DE 5 PESETAS"
Las medidas higiénicas de construcción de retretes y la creación de las redes de alcantarillado se comenzaron a realizar en Valladolid a principios del siglo XX, normalizándolas a través de un “Reglamento para la construcción de retretes y desagües de aguas negras y pluviales de las viviendas de Valladolid”, que data del año 1908. En las poblaciones rurales tardaría al menos medio siglo más. En estos núcleos la gente acudía al tan socorrido corral por donde deambulaban las gallinas, perros y toda suerte de animales domésticos, donde de un alambre sobre la pared colgaban unos recortes de periódicos, en el mejor de los casos, si tenemos en cuenta que éste medio normalmente no llegaba a estas localidades.
En fin, en el artículo 1º del Título I de 1908 sobre los retretes, se dice que “En los edificios que se construyan de nueva planta, deberá instalarse un retrete en cada una de las habitaciones en que esté dividida la casa… En los edificios destinados a teatros, fábricas, talleres, cafés, oficinas, escuelas el Ayuntamiento al otorgar la licencia de construcciones fijará el número de retretes que habrán de instalarse…”. No hace falta imaginarse donde evacuaba la gente cuando acudía a estos lugares, concretamente en las escuelas rurales, sin retretes, a un lado de las mismas los niños competían y alardeaban de su precisión mingitoria. El reglamento en su artículo 2º señala cómo deben ser los retretes. “Deberán recibir aire y luz directa, para lo cual tendrán un vano a un patio o a la fachada del edificio …se recomienda que bajo el enlosado y alrededor del recipiente se coloque una chapa de plomo que impida el paso de las humedades”. El artículo 3º hace referencia a que “Todo retrete irá provisto de un depósito de agua que se llenará por medio de un injerto en la canalización del edificio… la capacidad será lo suficiente para que arroje agua en cantidad bastante para lavar la cubeta y arrastrar fácilmente las materias…”
Hoy resulta inconcebible que cualquier vivienda, por pequeña que resulte, carezca de un habitáculo donde se reúnen numerosos elementos higiénicos, siendo el lugar que con más frecuencia se visita o se habita.
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