Fotografía de la Calle Santiago en la que, al lado derecho, aparece el Café Royalty
Por Joaquín Martín de Uña
En la relación de desaparecidos de nuestra ciudad y ocupando, quizás, el tercer lugar -tras las personas y los edificios históricos- podemos situar los edificios destinados al ocio de las sucesivas generaciones pucelanas, entre las que pueden incluirse los teatros, frontones, cines campos de deporte, bares y cafés.
Entre estos últimos ocupó un lugar muy importante a principios de siglo y durante más de cincuenta años, el café que fuera propiedad de D. Salustiano Santos Lorenzo, -administrado por sus hermanos D. Ciriaco y D. Jesús-, que hasta el mes de septiembre de 1.947 estuvo emplazado en la esquina de las calles de Santiago y de Claudio Moyano. Tenía su acceso principal desde la primera de ellas -a través de una puerta giratoria, que fuera admiración de la ciudad, y que siguió utilizando durante años la entidad bancaria que ocupa las instalaciones del antiguo café-, mientras que por la calle de Claudio Moyano se accedía a través de una puerta más pequeña, precedida por un pequeño escalón descendente que desembocaba directamente frente a la barra del viejo café. Unicamente se utilizaba para depositar los servicios de los camareros ya que los clientes efectuaban sus consumiciones cómodamente sentados en los tresillos y sillones situados entre las seis columnas de hierro del amplio salón de aquel café que se conoció como El Royalty.
Foto: Archivo Municipal de Valladolid
En su época fue uno de los cafés más importante de Valladolid y no sólo por lo completo de sus instalaciones -cámaras frigoríficas, fabricación de hielo y elaboración de helados para el consumo propio-, sino porque dispuso de un pequeño escenario, situado a unos dos metros de altura del suelo, en el que se dieron algunas de las primeras sesiones de cinematógrafo complementadas de varietés y conciertos ofrecidos por el que fuera famoso Trío Corbino, en el que el violinista cuyo apellido cedía al nombre del conjunto-, era acompañado al piano por Quevedo, y al violoncello por Puga.
Espectáculos musicales
Melodías clásicas y música ligera alternaban en el repertorio del conjunto de cuerda, entre las cuáles alcanzaron notoriedad tanto la Rapsodia Húngara nº 2, de Listz, como los estrenos nacionales de los cantables de películas como Allá en el Rancho Grande o La Caravana, Ross Marie o La silla Vaquera, interpretada por Olga Ramos, Jorge Sepúlveda o La mulata Rizo.
Son de recordar las diversas categorías laborales de los varios camareros que atendían a los clientes situados en los tres espacios en los que se dividía el salón, y que los camareros llamaban rangos, siendo el más solicitado el señalado con el número uno, también llamado del chaflán, atendido durante varios años por el popular Lucio Vielba, quien a su profesionalidad añadía su apostura y simpatía.
Entre las especialidades del café se contaban el chocolate con picatostes -tiras de pan bañadas en leche azucarada y después fritas- elaborados en la pequeña confitería de la calle de la Pasión- servicio que se complementaba con un vaso de agua que en verano se servía deliciosamente helado. Las dos clases de café: de puchero -30 céntimos-, o express -75 céntimos-, que eran servidos por el camarero del café y el echador, encargado de preparar las mezclas de café y de leche de acuerdo con los gustos de los clientes.
Nota distintiva del café fue la visera de hierro y cristal que ceñía la parte superior del local y que en verano se cubría con una lona que atemperaba los rigores del sol vallisoletano.
Durante los días calurosos eran masivamente solicitados los sorbetes de distintos sabores servidos en recipientes cuadrados de alpaca y adornados con diminutas sombrillas chinas. Cuando el buen tiempo lo permitía, las mesas del café salían de su salón y se instalaban en las calzadas de las calles próximas, lo que hacía conveniente la intervención del llamado -por los camareros del local- tendido de los sastres, un grupo de fervientes melómanos que, al no poder sentarse a efectuar sus consumiciones, permanecían de pie en las inmediaciones del café escuchando la música y tratando de silenciar y poner orden en el escaso tráfico rodado que en aquellos años circulaba por la ciudad.
D. Santiago Nieto Pérez, que en su juventud recorriera, en el café recordado, toda su escala laboral, ha prestado desinteresadamente sus recuerdos de esta época sin cuya ayuda el presente escrito habría sido diferente y, sin duda, menos completo. Gracias.
-Fuente: El Norte de Castilla / 28 de noviembre de 1999
Comentarios
Felicidades por esta recuperación.
Mi madre hija de D. Salustiano Santos Lorenzo vive y tiene 87 años
si alguien quiere ponerse en contacto conmigo puede hacerlo.
Angel Somoza Santos
angel.somoa@t-online.de