En la calle de Boariza (hoy María de Molina), tuvo su primer
emplazamiento la Casa de la Beneficencia
Uno de los primeros centros asistenciales de carácter privado existentes en nuestra ciudad puede que fuera el de una institución que perdura en nuestro días: La casa de Beneficencia u Hospicio de Ancianos, como también fue conocida en sus comienzos. Fundada el día 18 de Julio de 1818 por iniciativa del que fuera Capitán General del Ejército y Reino de Castilla la Vieja, D. Carlos O'Donnell, secundado por destacadas personalidades vallisoletanas pertenecientes a la Iglesia, el Ejército y la Universidad, con una mínima representación del endeble comercio ciudadano de la época.
La intención fundacional no fue solamente debida a una iniciativa caritativa, sino que muy bien pudo estar influida por el cargo que ocupaba el promotor como presidente de la Real Chancillería y Juntas de Policía y Sanidad de Valladolid, quedando patente en el discurso pronunciado por el fundador en la constitución de la asociación, manifestado "en términos sencillos y escuetos" al expresar que fueron objeto de la fundación. "El piadoso y necesario de evitar la miseria y la exposición de la salud pública por la aglomeración de pobres de la ciudad, como de fuera, que se reúnen a implorar la caridad pública, dejando en los sitios en que se reúnen, miasmas suficientes a originar una epidemia que exige un pronto remedio",considerando que cualquiera que quisiera permanecer en la ciudad "justificando legítima causa y absoluta pobreza, se le corrigiese con prohibición de pedir en público", en cuyo socorro debían "ser preferidos los naturales (de la ciudad) con la misma prohibición".
El primer acuerdo adoptado por la Junta Rectora, después de su constitución, fue "dirigir un prospecto al público", exponiendo el objeto de la misma, invitando al señalamiento de "ofrendas voluntarias" (donativos) para dar comienzo a la ejecución del proyecto. El día 20 del mismo mes de su fundación se publicó el referido proyecto, que según Moisés Carballo de la Fuente (Presidente de la Casa de Beneficencia en 1918), autor de una Memoria Histórica de la Casa de Beneficencia, se parecía más a un bando de suspensión de garantías que "requerimiento a mover voluntades reacias y contribuir voluntariamente". Dicho prospecto fue especialmente remitido a 23 conventos de religiosos varones, así como a los monasterios de religiosas de las Huelgas Reales y de las Comendadoras de Santiago. El Cabildo Catedral, el claustro universitario y la Real Chancillería, colaboraron más tarde en la ayuda del centro benéfico, dentro de las posibilidades que su escasez de recursos las permitía.
El día 17 de agosto de 1818 José Milla Fernández, al que se había encomendado la búsqueda de un local donde poder albergar los pobres tutelados por la recién constituida Junta de Beneficencia, notificaba que la casa que serviría de asilo a los menesterosos, era la señalada con el número 18 de la calle Boariza (hoy de María de Molina), donde se habían instalado veintitrés camas "y demás utensilios necesarios".
Poco más tarde se constituye la junta directiva del centro, que ofició al gobernador de las Salas del Crimen para que insinuase a los señores alcaldes de Cuartel y al mismo Alcalde Mayor, para que se recogieran y llevaran a la Casa Socorro a todos los pobres que se hallaran mendigando y se prohibiera terminantemente la mendicidad pública.
Dados los múltiples problemas iniciales, las reuniones de la Junta eran muy frecuentes para tratar de su resolución consensuada. De entre todos aquellas acuerdos destaca la draconiana resolución de suprimir los socorros a los necesitados que mendigasen en la vía pública y solicitar de las autoridades que se les redujeran en la Cárcel, donde serían alimentados por cuenta de la Junta.
En estos difíciles años lastrados por la penuria económica de la Guerra de Independencia, la mayoría de las ayudas lo eran en especie, ocupando un lugar importante entre ellas el reparto de comida en conventos y cuarteles, así como la organización de corridas de toros, funciones de fuegos artificiales, rifas y cuantas ideas pudieran procurar fondos o bienes destinados a los asilados.
Pese a todo el número de acogidos fue creciendo hasta el número de cuarenta, lo que determinó su traslado al convento de los P.P. Capuchinos, quienes caritativamente acogieron a mendigos e impedidos. Ante el continuo aumento de las necesidades asistenciales, la Junta acudió a las autoridades gubernativas y municipales, que utilizaron los reducidos medios a su alcance para atender dicha solicitud. El rey Fernando VII aprobó el 23 de enero de 1819 la fundación de la Casa de Beneficencia, sin que tan señalado reconocimiento tuviera efectos inmediatos.
En 1840, y para acoger el gran número de menesterosos que solicitaban su ingreso en la asociación, la Casa de Beneficencia adquirió la casa número 15 de la Plaza de Chancillería (hoy de San Pedro) establecimiento que ocuparon con una exigua inversión económica, mínima para conseguir cubrir sus apremiantes necesidades. Siguieron años duros para la caritativa institución, inmersa en una gran crisis repleta de deudas y de aumento de las necesidades a cubrir, situación que comenzó a mejorar a partir del año 1850.
La intención fundacional no fue solamente debida a una iniciativa caritativa, sino que muy bien pudo estar influida por el cargo que ocupaba el promotor como presidente de la Real Chancillería y Juntas de Policía y Sanidad de Valladolid, quedando patente en el discurso pronunciado por el fundador en la constitución de la asociación, manifestado "en términos sencillos y escuetos" al expresar que fueron objeto de la fundación. "El piadoso y necesario de evitar la miseria y la exposición de la salud pública por la aglomeración de pobres de la ciudad, como de fuera, que se reúnen a implorar la caridad pública, dejando en los sitios en que se reúnen, miasmas suficientes a originar una epidemia que exige un pronto remedio",considerando que cualquiera que quisiera permanecer en la ciudad "justificando legítima causa y absoluta pobreza, se le corrigiese con prohibición de pedir en público", en cuyo socorro debían "ser preferidos los naturales (de la ciudad) con la misma prohibición".
El primer acuerdo adoptado por la Junta Rectora, después de su constitución, fue "dirigir un prospecto al público", exponiendo el objeto de la misma, invitando al señalamiento de "ofrendas voluntarias" (donativos) para dar comienzo a la ejecución del proyecto. El día 20 del mismo mes de su fundación se publicó el referido proyecto, que según Moisés Carballo de la Fuente (Presidente de la Casa de Beneficencia en 1918), autor de una Memoria Histórica de la Casa de Beneficencia, se parecía más a un bando de suspensión de garantías que "requerimiento a mover voluntades reacias y contribuir voluntariamente". Dicho prospecto fue especialmente remitido a 23 conventos de religiosos varones, así como a los monasterios de religiosas de las Huelgas Reales y de las Comendadoras de Santiago. El Cabildo Catedral, el claustro universitario y la Real Chancillería, colaboraron más tarde en la ayuda del centro benéfico, dentro de las posibilidades que su escasez de recursos las permitía.
El día 17 de agosto de 1818 José Milla Fernández, al que se había encomendado la búsqueda de un local donde poder albergar los pobres tutelados por la recién constituida Junta de Beneficencia, notificaba que la casa que serviría de asilo a los menesterosos, era la señalada con el número 18 de la calle Boariza (hoy de María de Molina), donde se habían instalado veintitrés camas "y demás utensilios necesarios".
Poco más tarde se constituye la junta directiva del centro, que ofició al gobernador de las Salas del Crimen para que insinuase a los señores alcaldes de Cuartel y al mismo Alcalde Mayor, para que se recogieran y llevaran a la Casa Socorro a todos los pobres que se hallaran mendigando y se prohibiera terminantemente la mendicidad pública.
Dados los múltiples problemas iniciales, las reuniones de la Junta eran muy frecuentes para tratar de su resolución consensuada. De entre todos aquellas acuerdos destaca la draconiana resolución de suprimir los socorros a los necesitados que mendigasen en la vía pública y solicitar de las autoridades que se les redujeran en la Cárcel, donde serían alimentados por cuenta de la Junta.
En estos difíciles años lastrados por la penuria económica de la Guerra de Independencia, la mayoría de las ayudas lo eran en especie, ocupando un lugar importante entre ellas el reparto de comida en conventos y cuarteles, así como la organización de corridas de toros, funciones de fuegos artificiales, rifas y cuantas ideas pudieran procurar fondos o bienes destinados a los asilados.
En 1840, la Casa de Beneficencia adquirió la casa número
15 de la Plaza de Chancillería (hoy de San Pedro)
15 de la Plaza de Chancillería (hoy de San Pedro)
Pese a todo el número de acogidos fue creciendo hasta el número de cuarenta, lo que determinó su traslado al convento de los P.P. Capuchinos, quienes caritativamente acogieron a mendigos e impedidos. Ante el continuo aumento de las necesidades asistenciales, la Junta acudió a las autoridades gubernativas y municipales, que utilizaron los reducidos medios a su alcance para atender dicha solicitud. El rey Fernando VII aprobó el 23 de enero de 1819 la fundación de la Casa de Beneficencia, sin que tan señalado reconocimiento tuviera efectos inmediatos.
En 1840, y para acoger el gran número de menesterosos que solicitaban su ingreso en la asociación, la Casa de Beneficencia adquirió la casa número 15 de la Plaza de Chancillería (hoy de San Pedro) establecimiento que ocuparon con una exigua inversión económica, mínima para conseguir cubrir sus apremiantes necesidades. Siguieron años duros para la caritativa institución, inmersa en una gran crisis repleta de deudas y de aumento de las necesidades a cubrir, situación que comenzó a mejorar a partir del año 1850.
Fuente: El Norte de Castilla (4 de febrero de 2001) - Joaquín Martín de Uña
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