OBRAS DE PAVIMENTACIÓN EN EL ENTORNO DEL MONUMENTO
A COLÓN. AL FONDO EL CONVENTO DE LAS LAURAS Y LA GASOLINERA, HOY DESAPARECIDOS. FOTO:AMVA
A COLÓN. AL FONDO EL CONVENTO DE LAS LAURAS Y LA GASOLINERA, HOY DESAPARECIDOS. FOTO:AMVA
Por su fundación, este convento está ligado a lo más linajudo de la nobleza española: los Duques de Alba. Don García de Toledo, marqués de Villafranca, era primo de don Fernando Álvarez de Toledo, el llamado “Gran Duque de Alba”. Don García contrajo matrimonio con doña Victoria Colonna, de cuyo enlace nació en el año 1554 en Nápoles doña María, que habría de ser la fundadora del convento de Nuestra Señora de la Laura. El padre fue designado Virrey de Barcelona, viniendo toda la familia a residir a esta ciudad. La niña fue colocada al cuidado del convento de Santa Catalina, de la orden dominicana. En 1564 falleció doña Victoria Colonna, pidiendo a su marido que enviase a su hija María para que residiese en Castilla al cuidado de la Duquesa de Alba. Los Duques de Alba se hicieron cargo de su sobrina María en Alba de Tormes.
VISTA DE LA PLAZA CON EL MONUMENTO A COLÓN EN EL CENTRO.
AL FONDO LA ESTACIÓN DEL NORTE. A LA DERECHA LA GASOLINERA
Y EL CONVENTO DE LAS LAURAS, HOY DESAPARECIDOS. FOTO:AMVA
AL FONDO LA ESTACIÓN DEL NORTE. A LA DERECHA LA GASOLINERA
Y EL CONVENTO DE LAS LAURAS, HOY DESAPARECIDOS. FOTO:AMVA
Allí atendió a su formación doña Juana de Toledo, hermana del Duque don Fernando. La inclinación de la joven María era para el claustro, cuando hubo de cumplir el designio de su padre Don García, quien antes de fallecer instó a su hija para que contrajera matrimonio con su primo Fadrique Álvarez de Toledo, para asegurar la sucesión, ya que no cabía esperarla de don Fernando, hermano de doña María. Forzada contra su voluntad, siguiendo el parecer de su padre y de sus tíos los Duques de Alba contrajo matrimonio con don Álvarez de Toledo en 1578. Tuvieron la esperada descendencia en un hijo, llamado don Fernando; pero falleció a los dieciocho meses, y poco después el propio marido. De esta manera en 1585 quedaba viuda y sin hijo doña María; era el momento de volver a su primitiva orientación: el retiro religioso. Todos esos pormenores aparecen contados en el manuscrito de los Anales del Convento.
Mediante los consejos de su confesor, el padre Diego de Yanguas, determinó fundar un monasterio de dominicas. No pudo hacerlos en Alba ni en Piedrahita; tuvo que aceptar el ofrecimiento de su hermano don Fernando, de realizarlo en Villafranca, donde poseía el marquesado. Pero aunque se construyó el convento, ya con la vocación de Nuestra Señora de la Laura, doña María pretendió un mejor establecimiento, decidiendo su traslado a Valladolid. En 1606 se pidió autorización al Ayuntamiento de Valladolid para la instalación, aceptando muy gustosamente éste. Eran los últimos días de la estancia de la Corte y el Ayuntamiento multiplicaba las atenciones para evitar el traslado. Ocuparon unas casas propiedad de don Bernardino de Velasco, conde de Salazar, en el Campo Grande, linderas por una parte con el convento del Carmen Calzado y por otra con la ermita de San Juan de Letrán. La Duquesa mandó seguidamente construir un nuevo monasterio a sus expensas. Mientras tanto estableció su vivienda junto al convento, teniendo tribuna junto a la iglesia.
Tenía autorización para penetrar en la clausura, siendo muy apreciada por la comunidad. Vestía con hábito de sayal y no salía de los dominios del convento, hasta el extremo de que la propia reina doña Margarita llegó a visitarla en este edificio. Hizo testamento en 1608, disponiendo ser enterrada en el convento. Mandaba que con su legado se fuera comprando solar para proseguir las obras, conforme a la traza ordenada por Francisco de Mora. En aquel momento no estaba edificada la iglesia, por cuando lo deja previsto: “mando que lo primero que después de mi vida se haga en esta fábrica sea la iglesia, con toda la hermosura que en la traza y en la instrucción pareciese”. Dispone que en medio de la capilla mayor del nuevo templo se habría de poner el sepulcro del Duque su marido, que sería “de jaspe, armado y de rodillas, son su sitial, y al lado el bulto de Fernando Álvarez de Toledo su hijo, teniéndole la rodela”. Es evidente que estaba pensando la Duquesa fundadora en los sepulcros de los Duques de Lerma, en San Pablo de Valladolid, que eran de bronce. En un memorial que publica Martí se dan a conocer otras disposiciones. Se ordenaba traer de Cartagena el sepulcro de jaspe para colocar las figuras de bronce; sin duda este jaspe era importado de Italia. en cuanto a las figuras de bronce las había encargado su primo el Duque don Fernando de Toledo, en Florencia. También disponía hacer el retablo mayor y los colaterales, preparados para colocar “ochenta medios cuerpos” para contener reliquias. En el retablo mayor había de estar Nuestra Señora de la Laura, de plata. En dicho retablo se colocarían seis columnas, hechas con pasta de vidrio, todo pintado, de manera que pareciera de esmeralda y rubí. Hacía mención de diversas obras de arte que donaba al monasterio.
Entrada a la iglesia de Nuestra Señora de la Laura. FOTO: AMVA
Tenía autorización para penetrar en la clausura, siendo muy apreciada por la comunidad. Vestía con hábito de sayal y no salía de los dominios del convento, hasta el extremo de que la propia reina doña Margarita llegó a visitarla en este edificio. Hizo testamento en 1608, disponiendo ser enterrada en el convento. Mandaba que con su legado se fuera comprando solar para proseguir las obras, conforme a la traza ordenada por Francisco de Mora. En aquel momento no estaba edificada la iglesia, por cuando lo deja previsto: “mando que lo primero que después de mi vida se haga en esta fábrica sea la iglesia, con toda la hermosura que en la traza y en la instrucción pareciese”. Dispone que en medio de la capilla mayor del nuevo templo se habría de poner el sepulcro del Duque su marido, que sería “de jaspe, armado y de rodillas, son su sitial, y al lado el bulto de Fernando Álvarez de Toledo su hijo, teniéndole la rodela”. Es evidente que estaba pensando la Duquesa fundadora en los sepulcros de los Duques de Lerma, en San Pablo de Valladolid, que eran de bronce. En un memorial que publica Martí se dan a conocer otras disposiciones. Se ordenaba traer de Cartagena el sepulcro de jaspe para colocar las figuras de bronce; sin duda este jaspe era importado de Italia. en cuanto a las figuras de bronce las había encargado su primo el Duque don Fernando de Toledo, en Florencia. También disponía hacer el retablo mayor y los colaterales, preparados para colocar “ochenta medios cuerpos” para contener reliquias. En el retablo mayor había de estar Nuestra Señora de la Laura, de plata. En dicho retablo se colocarían seis columnas, hechas con pasta de vidrio, todo pintado, de manera que pareciera de esmeralda y rubí. Hacía mención de diversas obras de arte que donaba al monasterio.
Según el plano de Diego Pérez
Falleció doña María el dos de diciembre de 1612, en sus casas principales contiguas al monasterio. Fue sepultada en el capítulo del monasterio viejo. Varios años después se concluyó el nuevo monasterio, pero las previsiones de lujo que dejó la fundadora no tuvieron cumplimiento, de suerte que en punto a edificio era uno de los más modestos de Valladolid.
Los testamentos cambiaron el lujo por la modestia. En 1615 al escultor catalán Antonio Riera se reservaba el hacer el retablo, nichos, bultos de mármol, bultos y sillería del convento, pero el sepulcro no llegó a hacerse. Del bronce y de la factura italiana, se pasaba al mármol y a la mano española, pero todo quedó en proyectos.
El sudario
Los testamentos cambiaron el lujo por la modestia. En 1615 al escultor catalán Antonio Riera se reservaba el hacer el retablo, nichos, bultos de mármol, bultos y sillería del convento, pero el sepulcro no llegó a hacerse. Del bronce y de la factura italiana, se pasaba al mármol y a la mano española, pero todo quedó en proyectos.
El sudario
El convento fue muy conocido en Valladolid, por poseer una copia de la Sábana Santa de Turín, donada por su fundadora, a la que la leyenda la atribuía poderes milagrosos, y por tanto muy venerada. Los tuviera o no, el caso es que a partir del Domingo de Resurrección se celebraba una romería y fiestas que duraban tres días, esta era la "Feria del Sudario". Se instalaban tenderetes de comida y artesanía en el Paseo de Filipinos, y más modernamente en la Acera Recoletos se colocaban tiovivos y atracciones de feria para los niños. El "Sudario" se celebró durante varios siglos, hasta mediados del siglo XX.
Fotografía obtenida de la web Domus Pucelae
El retablo mayor, construido a principios del siglo XIX, era de orden dórico y constaba de un solo cuerpo. Otros dos retablos parecidos, se situaban a cada lado de la nave.
El edificio del convento, que ocupaba toda la manzana, era muy modesto. La fachada, de tres pisos sin separación, no tenía ningún adorno y estaba rematada por un alero mudéjar.
La iglesia era pequeña y de techo bajo, con una sola nave alargada, dividida en cuatro tramos cubiertos con bóvedas de arista, decoradas con motivos geométricos. A los pies del templo estaban los coros bajo y alto.
Fue derribado a finales de los años 80, y su lugar lo ocupa hoy el Hospital del Campo grande y otros.
La iglesia era pequeña y de techo bajo, con una sola nave alargada, dividida en cuatro tramos cubiertos con bóvedas de arista, decoradas con motivos geométricos. A los pies del templo estaban los coros bajo y alto.
Fue derribado a finales de los años 80, y su lugar lo ocupa hoy el Hospital del Campo grande y otros.
Fuente: Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid. - Juan José Martín González - Francisco Javier de la Plaza Santiago. ISBN: 84-505-5518-3
-Valladolid Web
Comentarios
De todas formas creo que su derribo se produjo ya en los años 90, aunque llevaba abandonado unos años.
Un saludo
De sus juderías no queda nada yo aún recuerdo la posterior a la iglesia de la Antigua y la de la zona de San Nicolás.
Tengo la seguridad de que con los materiales de la antigua construcción del monasterio se han utilizado para edificar en Arroyo de la Encomienda un complejo hotelero, este se llama Los Jardines de la Abadía, el antiguo propietario, Jacinto, es el que tuvo está iniciativa y la verdad es que lo que consiguió es de buen gusto y se puede ver.
El ya no está al frente de este negocio, hace un tiempo que lo vendió, pero su bien hacer ya conseguido algo bonito.
Posiblemente sí no hubiese comprado estos restos hubiesen terminado en un vertedero.