Por Manuel Saravia Madrigal
La historia es conocida. El promotor inmobiliario Antonio Alfonso consiguió de forma sorprendente que se clasificara como urbanizable en el Plan General (PGOU) de 1970 una enorme superficie de suelo del que era propietario en su mayor parte (más del 90%). Estaba situado lejos de la ciudad, con un acceso endiablado, una topografía excesiva y sin ningún servicio no ya al pie del terreno, sino ni siquiera en las áreas próximas. No obstante se hizo el plan parcial correspondiente (por cierto: lo redactó el mismo técnico que había realizado el PGOU), que se aprobó en 1977 por el Ministerio de la Vivienda; y se empezaron a construir muchas viviendas (se dio licencia para 640 viviendas en 1981 y para 501 en 1982).
La revisión del PGOU de 1984 lo mantuvo como urbanizable, y desde entonces y en las décadas siguientes esa pieza ha condicionado decisivamente el urbanismo de la ciudad. Como sabemos, ni siquiera hoy se ha llegado a culminar toda la edificación que cabía en el sector.
Antonio Alfonso se reservó la extraordinaria parcela 63 (de 7.530 m2) y comenzó en ella, en 1978, la edificación de una casa imponente para su propio uso. Pero por distintos motivos, de todo tipo, el promotor abandonó en 1983 la obra de su casa y también la ciudad. Se hizo cargo del plan parcial Marcos Fernández, quien acabó siendo presidente del Real Valladolid, como también lo había sido Antonio Alfonso: el fútbol y la promoción inmobiliaria, siempre de la mano.
Marcos Fernández consiguió que se modificase el plan parcial en 1985, pero en esta operación la parcela del chalet, por un error técnico (suponemos), se quedó sin edificabilidad. Es decir: en esa parcela no se podía, ni se puede, edificar nada, porque todo lo que se podía construir en Parquesol ya se había repartido entre las demás parcelas del sector. Vaya por Dios.
En 1988 pasó a manos de unos nuevos propietarios (que son los actuales), el Grupo Foxá, quienes desde entonces han intentado llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento para realizar una nueva modificación del plan parcial que dé edificabilidad a la parcela.
En junio de 2016 el Ayuntamiento, anunció que asumiría directamente la demolición del chalé, alcanzando un acuerdo con los dueños –la mercantil Gastronoteca– por el que estos asumirían los gastos del derribo, a cambio de que Urbanismo regularizara la situación de alegalidad de la parcela. El derribo se hizo efectivo en diciembre de ese mismo año, dando fin a lustros de desencuentros que dieron fama como si de un monumento más de la ciudad se tratara a este engendro de ladrillo y cemento.
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La revisión del PGOU de 1984 lo mantuvo como urbanizable, y desde entonces y en las décadas siguientes esa pieza ha condicionado decisivamente el urbanismo de la ciudad. Como sabemos, ni siquiera hoy se ha llegado a culminar toda la edificación que cabía en el sector.
Antonio Alfonso se reservó la extraordinaria parcela 63 (de 7.530 m2) y comenzó en ella, en 1978, la edificación de una casa imponente para su propio uso. Pero por distintos motivos, de todo tipo, el promotor abandonó en 1983 la obra de su casa y también la ciudad. Se hizo cargo del plan parcial Marcos Fernández, quien acabó siendo presidente del Real Valladolid, como también lo había sido Antonio Alfonso: el fútbol y la promoción inmobiliaria, siempre de la mano.
Marcos Fernández consiguió que se modificase el plan parcial en 1985, pero en esta operación la parcela del chalet, por un error técnico (suponemos), se quedó sin edificabilidad. Es decir: en esa parcela no se podía, ni se puede, edificar nada, porque todo lo que se podía construir en Parquesol ya se había repartido entre las demás parcelas del sector. Vaya por Dios.
Se podía acceder sin el menor esfuerzo. La valla metálica que cerca
la parcela era inexistente en algunos lugares.
En junio de 2016 el Ayuntamiento, anunció que asumiría directamente la demolición del chalé, alcanzando un acuerdo con los dueños –la mercantil Gastronoteca– por el que estos asumirían los gastos del derribo, a cambio de que Urbanismo regularizara la situación de alegalidad de la parcela. El derribo se hizo efectivo en diciembre de ese mismo año, dando fin a lustros de desencuentros que dieron fama como si de un monumento más de la ciudad se tratara a este engendro de ladrillo y cemento.
Labores de derribo del chalé en diciembre de 2016. -Foto: A. Mingueza |
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