Por Joaquín Martín de Uña
De ser cierta la anécdota que Agapito y Revilla recoge en su obra más conocida, que el pintor Pedro Sánchez tenía unos papeles viejos en los que constaba que en 1327 existía una caseta de vigilancia, construida de fábrica y madera, en el centro de los bosques y pinares que en aquellos tiempos rodeaban la ciudad y que correspondería a la casa Nº 1 de la actual calle de Panaderos, esta sería la primera construcción existente en el paraje que más tarde se conoció como El Campillo de San Andrés y que se extendía desde la Puente de Teresa Gil, correspondiente a la segunda cerca con que contó Valladolid, hasta el ramal sur del Esgueva (actual calle del Dos de Mayo), siendo probable que en un principio alcanzara esta denominación hasta la desembocadura de dicho río en el Pisuerga.
El nombre se debió a la presencia en sus proximidades, desde el siglo XII, de una ermita dedicada a San Andrés, que más tarde se transformaría en parroquia y cuyo edificio actual fue concluido en 1776 por Fray Martín de la Vega.
De ser cierta la anécdota que Agapito y Revilla recoge en su obra más conocida, que el pintor Pedro Sánchez tenía unos papeles viejos en los que constaba que en 1327 existía una caseta de vigilancia, construida de fábrica y madera, en el centro de los bosques y pinares que en aquellos tiempos rodeaban la ciudad y que correspondería a la casa Nº 1 de la actual calle de Panaderos, esta sería la primera construcción existente en el paraje que más tarde se conoció como El Campillo de San Andrés y que se extendía desde la Puente de Teresa Gil, correspondiente a la segunda cerca con que contó Valladolid, hasta el ramal sur del Esgueva (actual calle del Dos de Mayo), siendo probable que en un principio alcanzara esta denominación hasta la desembocadura de dicho río en el Pisuerga.
El nombre se debió a la presencia en sus proximidades, desde el siglo XII, de una ermita dedicada a San Andrés, que más tarde se transformaría en parroquia y cuyo edificio actual fue concluido en 1776 por Fray Martín de la Vega.
Situado en un centro artesanal, comparable con los entonces instalados en el centro de la cercana ciudad (Plaza Mayor, Fuente Dorada y calles próximas), en el que se asentaron los fabricantes de mantas, de sombreros, así como zurradores (curtidores) y panaderos entre otros. La presencia de los panaderos determinó que en 1702 (según Agapito Revilla) se instalara la última alhóndiga (depósito de cereales) con que contó la ciudad.
El progresivo aumento de habitantes en el campillo determinó que se estableciera un mercado de casetas de madera hasta que en 1880 el Ayuntamiento presidido por D. Miguel Iscar acordara la construcción de un mercado de hierro que se conoció como Mercado del Campillo.
La Plaza de España en 1966
El convento de Capuchinos que si bien fue fundado en 1551 como convento de San Felipe de la Penitencia y Aprobación, que acogía a mujeres arrepentidas, no fue ocupado hasta 1944 por la orden masculina, como último alojamiento tras diversas vicisitudes en nuestra ciudad. La antigua iglesia fue construida bajo el patronato de Juan Valencia el mismo año de su fundación. Debido a la desigualdad del suelo del Campillo, el edificio debió construirse en una de sus depresiones, por lo que al nivelar la plazuela el edificio quedó situado en un nivel ligeramente inferior al resto de las construcciones vecinas, por lo que su acceso se efectuaba descendiendo un peldaño que exigía la máxima atención de los fieles, especialmente de los mayores. El altar Mayor estaba situado en la actual esquina de la Plaza de España con la calle de Panaderos.
Actual Mercado
Las Escuelas Normales de Maestros y Maestras (con su Museo de Historia Natural) y el Banco de España, fueron durante muchos años, junto a una serie de establecimientos entre los que merecen recordarse el Bar Rojo, así llamado por el apellido del dueño, una pequeña tienda de juguetes, La Casa Verde (comercio de telas pintadas de dicho color), un edificio dedicado al negocio de hostelería y varios comercios más, con el emplazamiento navideño de la caseta de los cerdos en que se exhibían los que sorteaba el Asilo de Caridad, escenario de la movida vida ciudadana.
Derribado el mercado decimonónico, reconstruido el el convento de Capuchinos, transformada la Escuela Normal en Colegio Público García Quintana, desaparecidos varios comercios tradicionales y construido el edificio vecino a la Casa del Reloj,, la Plaza, que ya se llamaba de España, estuvo ocupada por unos cuidados jardines escoltados por dos kioskos de prensa situados frente al Banco de España y frente a la calle de Mantería, mientras que en su lado derecho se situó una parada de taxis.
Actual Plaza de España
La transformación sufrida por el antiguo Campillo de San Andrés, puede calificarse de extraordinaria. Su peatonalización, la construcción del polémico y azaroso aparcamiento subterráneo; la construcción de la marquesina que acoge puestos de flores y verduras; el recuerdo el antiguo mercado en el sencillo monumento cerámico de Coello; la dinámica fuente situada en el centro de la marquesina y la que se dedica a la solidaridad; la decoración de plantas encabezada por las palmeras situadas frente al Colegio García Quintana; así como la total renovación del mobiliario urbano (kioskos, bancos, cabinas de teléfono), hacen que el antiguo Campillo, hoy Plaza de España, continúe calando en el afecto de los vallisoletanos que, con disparidad (económica) de opiniones, reconoce el interés municipal de mejorar el adorno y la utilidad de las calles y plazas de una ciudad que se cuenta entre las primeras de España.
-Fotografías antiguas: Fundación Joaquín Díaz
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