El grabado "Civitates orbis terrarum", de Franz Hogenberg


El Grabado que ilustra la cabecera de este blog corresponde a una obra de George Braun titulada “Civitates orbis terrarum” (Coloniale Agrippinae, 1572). Se hicieron de esta obra numerosas ediciones. Los grabados de las ciudades se deben a Franz Hogenberg, quien primero trabajó en Malinas y luego en Colonia, que es donde se imprimió este libro. El pasó a la plancha los dibujos que obtuvo Georg Hoefnagel, quien tomó sus apuntes recorriendo numerosas ciudades de Europa. En esencia es lo mismo que hiciera Wyngaerde, aunque éste se concretara en España.
La vista de Valladolid aparece debajo de la de Toledo, para aprovechar el espacio. De 1572 es el ejemplar de la Biblioteca Reina Sofía, de nuestra Universidad. El de la Biblioteca de Palacio de Santa Cruz está coloreado a mano y se imprimió en 1593.
Es una representación de formato apaisado, a lo que se presta la horizontalidad del paisaje (33,3 por 47,7). En la parte superior se lee “Vallisoletvm”; en la parte izquierda hay una cartelita, con leyenda en latín, que empieza así: “Vallisoletvm, Aliis Pincia, conmuniter Valladolid dicitur”. Se exalta el ser residencia de rey y de ilustrísimos próceres. Estaba adornada con magníficos edificios, tanto religiosos como civiles. Era lugar de suelo ubérrimo, con mercado influente. El párrafo concluye con un recuerdo al Pisuerga, que ya se consideraba orgullo de la ciudad.
La panorámica está captada del lado de levante. En primer término se ve una era, con escenas de trilla, aparvamiento y ensacado del grano. Hay numerosos huertos encerrados en tapias. Siguen los “arrabales”, caserío humilde. Hay muralla con torres, no mera cerca. En la parte central se aprecia a la izquierda la torre de la Antigua. Junto a ella, el alto bloque de la colegiata. Se cuentan siete torres descollantes, la más extrema la de la iglesia de Santiago. Otro edificio con dos sólidos torreones será San Benito, conservando todavía la imagen de alcázar real. La perspectiva se propaga por la parte izquierda, con una línea curva de fincas que siguen al rió Pisuerga. El fondo corresponde al horizonte de páramos. El dibujante suministró al grabador una idea muy veraz de Valladolid. Aunque no es una perspectiva topográfica, no hay duda de que se ha captado el escenario natural, con ese primer término agrícola que corresponde a la realidad, y una arquitectura en la que las torres dieron una peculiar fisionomía a Valladolid. Por eso no extraña que una definición tan cabal de lo que era Valladolid perdura hasta llegara al siglo XIX, en creciente proceso de simplificación.


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