Fue el primer español en obtener la licencia de pilotoPor José Delfín Val
El que podéis ver en la fotografía, vestido con los atalajes propios de un aviador de principios del siglo pasado, es Benito Loygorri Pimentel, sportman vallisoletano.
Su madre, Carmen Pimentel, perteneciente a una familia de abolengo pinciano, se casó con un Loygorri de los Loygorri vascongados de toda la vida. La fotografía se la hizo en el estudio 'La Luz' de la calle Hostieros número 2 el artista Marcelino Muñoz, quien fue, en una segunda etapa profesional, el primer fotógrafo minutero de El Campo Grande.
En realidad, aunque decimos que era un sportman vallisoletano, su nacimiento en Biarritz (Francia) el 4 de septiembre de 1885 debió ser casual. Es probable que el feliz acontecimiento se produjera en una de las habituales salidas a la vecina localidad francesa de los españoles con mayor poder adquisitivo, donde solían pasar la temporada estival.
Allí nació Benito y allí desarrolló después su actividad profesional: primero estudiando ingeniería y después aeronáutica en la Escuela de Aviación de Mourleon. Allí obtuvo el 30 de agosto de 1910, a los 25 años, el título de aviador junto al infante Alfonso de Orleáns. Ellos fueron los dos primeros aviadores españoles en obtener dicha titulación en un avión Henry Farman, motor Gnomo 50cv, tras efectuar numerosas ascensiones en globo.
Benito Loygorri Pimentel tuvo grandes triunfos en exhibiciones de aviación en Francia. Y en España, concretamente en San Sebastián, intervino con los también aviadores Tabuteau y Morane en una exhibición de vuelo sobre el mar que fue un portento de belleza y emoción para los espectadores.
Animado por los éxitos y confiado en que un avión vence la ley de la gravedad frecuentemente, Benito llevó, el día 1 de octubre de 1910, a su novia (una señorita donostiarra de buena familia) en el avión para una exhibición. Pero el avión no estaba de humor aquel día y cayó al agua por parada de motor cerca de la playa de Ondarreta, llevando la peor parte el aparato.
Algo parecido le ocurrió (sin la novia) en el raid aéreo que en septiembre de 1911 organizaron los comerciantes y Ayuntamientos de Salamanca y Valladolid (del cual hablaremos en el próximo artículo). La prueba consistía en recorrer en vuelo la distancia entre Salamanca y Valladolid; y el día siguiente la vuelta. Pero el piloto vallisoletano Benito Loygorri, cuando ya había despegado del improvisado aeródromo de El Prado de Panaderos en la ciudad charra y enfilaba el camino de Valladolid, se dio media vuelta porque el motor empezaba a ratear y a perder potencia. Aquellos pintorescos cacharros llevaban un motor de 50 caballos de potencia, volaban a una altura no superior a los 900 metros y a una velocidad de crucero de unos 60 kilómetros por hora.
En su vida profesional, después de haberse casado con Encarnación Salazar y Roges en La Habana, trabajó durante más de 20 años en la General Motors, la famosa empresa automovilista americana que atraviesa por una grave crisis financiera. El triunfo en la General Motors de nuestro paisano no guardaba relación con su condición de aviador de los tiempos heroicos, sino con su habilidad para vender un coche en tres idiomas. Benito murió a los 90 años el 1 de febrero de 1976. Al estar considerado un pionero de la aviación deportiva española Correos le dedicó un sello conmemorativo.
Benito, el aviador, tuvo un hermano, José, dibujante e ilustrador de las revistas Blanco y Negro y La Esfera, representativo del Art Déco en los años 20/30, picante ilustrador de novelas eróticas en el primer tercio del XX y fotógrafo publicitario en los años 50.
Nada es de extrañar que su obra artística haya llamado la atención del catedrático y académico de Bellas Artes de Valladolid, José Carlos Brasas Egido, quien ha escrito una documentada monografía dedicada a este artista vallisoletano (este sí, de pura cepa) que tuvo una vida apasionante.
Como apunto personal añadiré que este ilustre personaje bien se merecía tener una calle en la capital vallisoletana.
Su madre, Carmen Pimentel, perteneciente a una familia de abolengo pinciano, se casó con un Loygorri de los Loygorri vascongados de toda la vida. La fotografía se la hizo en el estudio 'La Luz' de la calle Hostieros número 2 el artista Marcelino Muñoz, quien fue, en una segunda etapa profesional, el primer fotógrafo minutero de El Campo Grande.
En realidad, aunque decimos que era un sportman vallisoletano, su nacimiento en Biarritz (Francia) el 4 de septiembre de 1885 debió ser casual. Es probable que el feliz acontecimiento se produjera en una de las habituales salidas a la vecina localidad francesa de los españoles con mayor poder adquisitivo, donde solían pasar la temporada estival.
Allí nació Benito y allí desarrolló después su actividad profesional: primero estudiando ingeniería y después aeronáutica en la Escuela de Aviación de Mourleon. Allí obtuvo el 30 de agosto de 1910, a los 25 años, el título de aviador junto al infante Alfonso de Orleáns. Ellos fueron los dos primeros aviadores españoles en obtener dicha titulación en un avión Henry Farman, motor Gnomo 50cv, tras efectuar numerosas ascensiones en globo.
Benito Loygorri Pimentel tuvo grandes triunfos en exhibiciones de aviación en Francia. Y en España, concretamente en San Sebastián, intervino con los también aviadores Tabuteau y Morane en una exhibición de vuelo sobre el mar que fue un portento de belleza y emoción para los espectadores.
Animado por los éxitos y confiado en que un avión vence la ley de la gravedad frecuentemente, Benito llevó, el día 1 de octubre de 1910, a su novia (una señorita donostiarra de buena familia) en el avión para una exhibición. Pero el avión no estaba de humor aquel día y cayó al agua por parada de motor cerca de la playa de Ondarreta, llevando la peor parte el aparato.
Algo parecido le ocurrió (sin la novia) en el raid aéreo que en septiembre de 1911 organizaron los comerciantes y Ayuntamientos de Salamanca y Valladolid (del cual hablaremos en el próximo artículo). La prueba consistía en recorrer en vuelo la distancia entre Salamanca y Valladolid; y el día siguiente la vuelta. Pero el piloto vallisoletano Benito Loygorri, cuando ya había despegado del improvisado aeródromo de El Prado de Panaderos en la ciudad charra y enfilaba el camino de Valladolid, se dio media vuelta porque el motor empezaba a ratear y a perder potencia. Aquellos pintorescos cacharros llevaban un motor de 50 caballos de potencia, volaban a una altura no superior a los 900 metros y a una velocidad de crucero de unos 60 kilómetros por hora.
En su vida profesional, después de haberse casado con Encarnación Salazar y Roges en La Habana, trabajó durante más de 20 años en la General Motors, la famosa empresa automovilista americana que atraviesa por una grave crisis financiera. El triunfo en la General Motors de nuestro paisano no guardaba relación con su condición de aviador de los tiempos heroicos, sino con su habilidad para vender un coche en tres idiomas. Benito murió a los 90 años el 1 de febrero de 1976. Al estar considerado un pionero de la aviación deportiva española Correos le dedicó un sello conmemorativo.
Benito, el aviador, tuvo un hermano, José, dibujante e ilustrador de las revistas Blanco y Negro y La Esfera, representativo del Art Déco en los años 20/30, picante ilustrador de novelas eróticas en el primer tercio del XX y fotógrafo publicitario en los años 50.
Nada es de extrañar que su obra artística haya llamado la atención del catedrático y académico de Bellas Artes de Valladolid, José Carlos Brasas Egido, quien ha escrito una documentada monografía dedicada a este artista vallisoletano (este sí, de pura cepa) que tuvo una vida apasionante.
Como apunto personal añadiré que este ilustre personaje bien se merecía tener una calle en la capital vallisoletana.
Comentarios
Si se fija, no se parece nada al personaje de las otras fotos