Busto de Fabio Nelli sito en el Museo de Valladolid
Por Teodoro Carabba (Antropólogo)
Quien más quien menos, todos los vallisoletanos han oído alguna vez el nombre de Fabio Nelly. Su palacio da denominación a una céntrica plaza, a medio camino entre el monasterio de San Benito y el convento de San Pablo, junto al Coso Viejo y la iglesia de San Miguel.
Era don Fabio un ilustre y acaudalado banquero, de familia sienesa pero nacido en una casa de la Plaza Mayor de Valladolid hacia 1533. Sus padres prestaron sus generosos servicios financieros al emperador Carlos V, lo que les valió la obtención de un escudo familiar. Él siguió la estela de sus progenitores y se enriqueció abundantemente a lo largo de su vida gracias a sus numerosos negocios, entre los que destacaban los préstamos a los nobles. Tras una larga vida, murió hace 400 años, el 15 de octubre de 1611. Sus restos reposaron en la capilla de San Agustín, ahora Archivo Municipal.
De su vinculación con la ciudad ha quedado el palacio que mandó erigir entre 1576 y 1605, reconocido por Daniel Villalobos como el mejor ejemplo de la arquitectura civil clasicista en Valladolid. La historia de este edificio es larga y llena de detalles, comenzando por las sucesivas modificaciones realizadas sobre el proyecto original durante su larga construcción.
El escudo que adorna el centro de la fachada no es el de Fabio Nelly, sino que fue colocado unos cien años después por su bisnieto Baltasar Francisco, marqués de la Vega de Boecillo. La descendencia directa del banquero se extinguió en 1734, lo que llevó a la Chancillería a integrar la propiedad del palacio en la Obra Pía que aquél dejó establecida para el caso de que no tuviese herederos.
Palacio de Fabio Nelli (Museo de Valladolid)
El edificio sirvió durante varias décadas como residencia de los obispos locales. Fue entonces cuando, el 2 de enero de 1735, en el oratorio del palacio el obispo Julián Domínguez ordenó presbítero al futuro beato padre Hoyos. Mediante alquiler fue residencia de los marqueses de Vargas y, ya a principios del siglo XIX, también del oidor de la Chancillería. Con la invasión francesa sirvió como almacén de las tropas, lo que dejó el edificio muy deteriorado. Una de las desamortizaciones hizo que la propiedad pasara al Estado y en 1859 fue adquirida por Felipe Tablares.
En manos de su familia se mantuvo hasta que en 1942 doña María San Tablares vendió el palacio al Ministerio de Educación Nacional, que pretendía convertirlo en Instituto femenino de enseñanza secundaria.
Los planes no se llevaron a cabo y en 1954 se decide que acoja el Museo provincial. Su inauguración tuvo lugar el 7 de diciembre de 1968 y desde entonces ha mantenido este uso cultural.
En sus salas pueden ahora encontrarse interesantes testimonios del pasado de la provincia, aunque de los ornatos que poseyó Fabio Nelly sólo quedan parte de los zócalos de azulejería con temas paisajísticos, animales y mitológicos.
El tiempo y los herederos se llevaron sus tapicerías, los paños de devoción, numerosas pinturas, sus libros, varias arcas de taracea y marfil, una escribanía y un par de relojes. Tampoco sabemos qué fue de Florencia, Juana y María, sus tres esclavas negras, que se ocuparían en el servicio de la casa.
No hay constancia de si el espíritu del banquero sigue deambulando por las salas del palacio. Lo cierto es que quien quiera conocer cómo fue este personaje, puede buscar sus probable retrato dispuesto inadvertidamente en una esquina de las salas del museo. Se trata de una escultura de piedra caliza que fue encontrada durante la rehabilitación del palacio entre los escombros en la base de una de sus torres.
En la fachada del museo se puede leer el lema Soli Deo Honor&Gloria, que con el que el banquero sin duda proclamaba su valía y su esforzado enriquecimiento, que parece deber sólo a Dios. Justo igual que los banqueros de ahora.
Fuente: El Mundo. Diario de Valladolid (15-11-2011)
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