Por Enrique Berzal
Terror a la represión, por supuesto, pero también a los bombardeos de la aviación republicana: de hecho, Valladolid fue la sexta ciudad de la retaguardia más bombardeada después de Córdoba, Palma de Mallorca, Granada, Ávila y Sevilla. El ruido de sirenas era algo aterrador: De súbito, familias enteras bajaban a los sótanos para ponerse a salvo. Junto a los refugios improvisados, las autoridades terminaron proyectando otros en la Plaza Mayor y en Fuente Dorada, mientras los vallisoletanos costeaban la construcción del aeropuerto de Villanubla para hacer frente a los aviones «enemigos».
Según la prensa, fueron nueve los bombardeos en la capital y otros once en seis localidades de la provincia; hay quien habla de más de 50 muertos, mientras otros aportan una cifra precisa: 68 y 325 heridos. El Norte de Castilla, por su parte, consigna 412 afectados por los 20 bombardeos acontecidos en la provincia.
Hace unos años, José Delfín Val tuvo la deferencia de hacerme llegar un informe sencillo, elaborado en marzo de 1938 por la Delegación local de Falange, que daba cuenta, con todo detalle, de los bombardeos acaecidos en la capital. Arrojaba la cifra de diez ataques, 183 muertos y 861 heridos.
He aquí los datos concretos: todo comenzó un 1 de agosto de 1936 a las 8:30 de la mañana: 30 cuerpos sin vida y 120 heridos. Dos días después los aviones asediaban la capital mañana y tarde, con 12 horas exactas de diferencia. Entre uno y otro bombardeo fueron 29 las víctimas mortales y 126 los heridos. El día 5 no dejaron que llegase la hora del aperitivo: a la una de la tarde se cobraban 25 muertos y 110 heridos. Luego, un mes y 18 días de tranquilidad. El 23 de septiembre, a las 12:30, una bomba acababa con la vida de dos personas y 130 quedaban afectadas con heridas de distinta envergadura.
La mañana del 8 de abril de 1937 fue estremecedora: un nuevo avión segaba la vida de 60 vallisoletanos y hería a 24. El 21 de mayo ocurrió a las tres de la tarde: esta vez dejó 15 muertos y 60 heridos. No habían pasado 24 horas cuando otro artefacto acababa con la vida de 7 personas y hería a otras 20. El bombardeo del 16 de agosto produjo la muerte de una mujer y dejó cinco heridos. De ahí que a finales de año la Cámara de la Propiedad Urbana hiciera un llamamiento a los vallisoletanos para que engrosasen «las Mutualidades para cubrir el riesgo de bombardeos».
Hasta que llegó el fin. Era enero de 1938 y el ejército republicano atravesaba malos momentos. La batalla de Teruel aún no había decidido nada y los dos ejércitos se mantenían con las espadas en alto. Todos se preparaban para el combate decisivo.
El día 25, la aviación republicana bombardeó Sevilla y Valladolid en una operación auspiciada por el general ruso 'Duglas' e Hidalgo de Cisneros, comandante en jefe del arma. En la ciudad del Pisuerga se cobró la vida de 14 personas e hirió a otras 70. Indalecio Prieto, ministro republicano de Marina y Aire, protestó: la decisión había sido tomada a espaldas suyas. 48 horas más tarde, los nacionalistas respondían con un violento raid sobre Barcelona que produjo 150 muertos y 500 heridos. Un mes después, el 'Nuevo Estado' franquista recibía una nota de Prieto proponiendo el cese de los bombardeos de ciudades por ambos bandos. La respuesta de Franco fue que allá donde existiera industria de guerra se seguiría bombardeando.
Terror a la represión, por supuesto, pero también a los bombardeos de la aviación republicana: de hecho, Valladolid fue la sexta ciudad de la retaguardia más bombardeada después de Córdoba, Palma de Mallorca, Granada, Ávila y Sevilla. El ruido de sirenas era algo aterrador: De súbito, familias enteras bajaban a los sótanos para ponerse a salvo. Junto a los refugios improvisados, las autoridades terminaron proyectando otros en la Plaza Mayor y en Fuente Dorada, mientras los vallisoletanos costeaban la construcción del aeropuerto de Villanubla para hacer frente a los aviones «enemigos».
Según la prensa, fueron nueve los bombardeos en la capital y otros once en seis localidades de la provincia; hay quien habla de más de 50 muertos, mientras otros aportan una cifra precisa: 68 y 325 heridos. El Norte de Castilla, por su parte, consigna 412 afectados por los 20 bombardeos acontecidos en la provincia.
Hace unos años, José Delfín Val tuvo la deferencia de hacerme llegar un informe sencillo, elaborado en marzo de 1938 por la Delegación local de Falange, que daba cuenta, con todo detalle, de los bombardeos acaecidos en la capital. Arrojaba la cifra de diez ataques, 183 muertos y 861 heridos.
He aquí los datos concretos: todo comenzó un 1 de agosto de 1936 a las 8:30 de la mañana: 30 cuerpos sin vida y 120 heridos. Dos días después los aviones asediaban la capital mañana y tarde, con 12 horas exactas de diferencia. Entre uno y otro bombardeo fueron 29 las víctimas mortales y 126 los heridos. El día 5 no dejaron que llegase la hora del aperitivo: a la una de la tarde se cobraban 25 muertos y 110 heridos. Luego, un mes y 18 días de tranquilidad. El 23 de septiembre, a las 12:30, una bomba acababa con la vida de dos personas y 130 quedaban afectadas con heridas de distinta envergadura.
La mañana del 8 de abril de 1937 fue estremecedora: un nuevo avión segaba la vida de 60 vallisoletanos y hería a 24. El 21 de mayo ocurrió a las tres de la tarde: esta vez dejó 15 muertos y 60 heridos. No habían pasado 24 horas cuando otro artefacto acababa con la vida de 7 personas y hería a otras 20. El bombardeo del 16 de agosto produjo la muerte de una mujer y dejó cinco heridos. De ahí que a finales de año la Cámara de la Propiedad Urbana hiciera un llamamiento a los vallisoletanos para que engrosasen «las Mutualidades para cubrir el riesgo de bombardeos».
Hasta que llegó el fin. Era enero de 1938 y el ejército republicano atravesaba malos momentos. La batalla de Teruel aún no había decidido nada y los dos ejércitos se mantenían con las espadas en alto. Todos se preparaban para el combate decisivo.
El día 25, la aviación republicana bombardeó Sevilla y Valladolid en una operación auspiciada por el general ruso 'Duglas' e Hidalgo de Cisneros, comandante en jefe del arma. En la ciudad del Pisuerga se cobró la vida de 14 personas e hirió a otras 70. Indalecio Prieto, ministro republicano de Marina y Aire, protestó: la decisión había sido tomada a espaldas suyas. 48 horas más tarde, los nacionalistas respondían con un violento raid sobre Barcelona que produjo 150 muertos y 500 heridos. Un mes después, el 'Nuevo Estado' franquista recibía una nota de Prieto proponiendo el cese de los bombardeos de ciudades por ambos bandos. La respuesta de Franco fue que allá donde existiera industria de guerra se seguiría bombardeando.
Comentarios
Que épocas.....
Buen fin de semana con un abrazo de oso.