Nacido en Jaén (1946, Lopera), pero residente en Valladolid desde 1978 donde falleció en febrero de 2012, Pedro Monje Lara fue un artista vocacional, de formación autodidacta, que mantuvo una fecunda e intensa labor creativa en campos tan diversos como la escultura, la pintura, la cerámica y el grabado.
La obra de Monje, caracterizada por la sinceridad y universalidad de sus propuestas y, en consecuencia siempre nueva y libre, ha sido objeto de numerosas exposiciones individuales y colectivas, entre las que destacada la celebrada en 1992 en la sala del Palacio de Pimentel en Valladolid con el lema Tierra y Fuego organizada por la Diputación Provincial de Valladolid; la del grabado en la vallisoletana Galería “Lorenzo Colomo” en 1996, o la de pintura y escultura en la sala “Triunfo” de Granada.
Además de la existencia de obras en colecciones permanentes, privadas y públicas, Monje ha realizado diversos trabajos destinados a un emplazamiento público, como los murales para el Centro de Investigación de las Aves en Lagunas de Villafáfila (Zamora); para el proyecto europeo Artecampos o una serie de esculturas para el Parque del Encuentro de Serrada (Valladolid).
Con motivo de las obras de remodelación y urbanización del espacio urbano situado detrás de la Casa Consistorial vallisoletana, gestionadas y contratadas por la propia Corporación Municipal en 1995, el autor del proyecto, el arquitecto Fernando González Poncio, concibió para este ámbito la realización de una fuente monumental en la que quedaría integrado un grupo escultórico de claro sentido simbólico y conmemorativo. Tratábase de tributar homenaje a los primeros hombres que con su trabajo y esfuerzo contribuyeron a la construcción de la ciudad de Valladolid.
El diseño de Poncio, que asumía también la estructura arquitectónica e hidráulica de la fuente tomaba la forma de un gran pilón circular a modo de vaso de granito con borde de bronce, sustentado en dos lados de su borde –significados por sendos bloques rectangulares de granito adosados a la fuente- mediante las figuras de dos hombres desnudos en actitud de empujar con ayuda de sus cuerpos ambos cubos.
Poncio confió la ejecución de estas figuras al escultor Pedro Monje, como también las dos cabezas de carnero –recuerdo de los arietes medievales utilizados para empujar y hendir las puertas de las fortalezas, pero también símbolo de fuerza y potencia- localizadas en los dos bloques de granito restantes y que vienen a completar los elementos decorativos y figurativos añadidos a la estructura principal de la fuente.
Para las esculturas de Los Colosos, Monje desarrolló un complejo trabajo debido fundamentalmente a la forzada posición de las figuras; en principio, trabajo de modelado en arcilla de las esculturas, de tamaño natural, con ayuda de armazón de hierro y tela metálica; más tarde, su vaciado en bronce, confiado a la empresa Bronces Ibéricos.
Tanto las figuras de los hombres como las cabezas de los carneros contribuyen a dotar a todo el conjunto de una idea de esfuerzo y potencia, constituyéndose, pues, en símbolos de la construcción de la ciudad.
Desde el punto de vista formal Monje, a partir del diseño de Poncio, desarrolla una indudable influencia de la escultura clásica aquí materializada en el perfecto sentido de la medida y de la composición, de la armonía de proporciones y la maestría desarrollada en el tratamiento anatómico.
Pero también hay mucho de aportación personal en este grupo, de frescura, de obra sentida; características todas ellas que trascienden su aspecto puramente formal, no sólo por su simbolismo, sino también por el primitivismo espiritual que emana del mismo y que lo aproxima a un surrealismo de carácter poético, del que, por la “proximidad” de los dos colosos, el ciudadano acierta a participar plenamente.
La obra de Monje, caracterizada por la sinceridad y universalidad de sus propuestas y, en consecuencia siempre nueva y libre, ha sido objeto de numerosas exposiciones individuales y colectivas, entre las que destacada la celebrada en 1992 en la sala del Palacio de Pimentel en Valladolid con el lema Tierra y Fuego organizada por la Diputación Provincial de Valladolid; la del grabado en la vallisoletana Galería “Lorenzo Colomo” en 1996, o la de pintura y escultura en la sala “Triunfo” de Granada.
Además de la existencia de obras en colecciones permanentes, privadas y públicas, Monje ha realizado diversos trabajos destinados a un emplazamiento público, como los murales para el Centro de Investigación de las Aves en Lagunas de Villafáfila (Zamora); para el proyecto europeo Artecampos o una serie de esculturas para el Parque del Encuentro de Serrada (Valladolid).
Con motivo de las obras de remodelación y urbanización del espacio urbano situado detrás de la Casa Consistorial vallisoletana, gestionadas y contratadas por la propia Corporación Municipal en 1995, el autor del proyecto, el arquitecto Fernando González Poncio, concibió para este ámbito la realización de una fuente monumental en la que quedaría integrado un grupo escultórico de claro sentido simbólico y conmemorativo. Tratábase de tributar homenaje a los primeros hombres que con su trabajo y esfuerzo contribuyeron a la construcción de la ciudad de Valladolid.
El diseño de Poncio, que asumía también la estructura arquitectónica e hidráulica de la fuente tomaba la forma de un gran pilón circular a modo de vaso de granito con borde de bronce, sustentado en dos lados de su borde –significados por sendos bloques rectangulares de granito adosados a la fuente- mediante las figuras de dos hombres desnudos en actitud de empujar con ayuda de sus cuerpos ambos cubos.
Poncio confió la ejecución de estas figuras al escultor Pedro Monje, como también las dos cabezas de carnero –recuerdo de los arietes medievales utilizados para empujar y hendir las puertas de las fortalezas, pero también símbolo de fuerza y potencia- localizadas en los dos bloques de granito restantes y que vienen a completar los elementos decorativos y figurativos añadidos a la estructura principal de la fuente.
Para las esculturas de Los Colosos, Monje desarrolló un complejo trabajo debido fundamentalmente a la forzada posición de las figuras; en principio, trabajo de modelado en arcilla de las esculturas, de tamaño natural, con ayuda de armazón de hierro y tela metálica; más tarde, su vaciado en bronce, confiado a la empresa Bronces Ibéricos.
Tanto las figuras de los hombres como las cabezas de los carneros contribuyen a dotar a todo el conjunto de una idea de esfuerzo y potencia, constituyéndose, pues, en símbolos de la construcción de la ciudad.
Desde el punto de vista formal Monje, a partir del diseño de Poncio, desarrolla una indudable influencia de la escultura clásica aquí materializada en el perfecto sentido de la medida y de la composición, de la armonía de proporciones y la maestría desarrollada en el tratamiento anatómico.
Pero también hay mucho de aportación personal en este grupo, de frescura, de obra sentida; características todas ellas que trascienden su aspecto puramente formal, no sólo por su simbolismo, sino también por el primitivismo espiritual que emana del mismo y que lo aproxima a un surrealismo de carácter poético, del que, por la “proximidad” de los dos colosos, el ciudadano acierta a participar plenamente.
-Fuente: Escultura pública en la ciudad de Valladolid (José Luis Cano de Gardoqui García)
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