Coincidiendo con el centenario del nacimiento en Valladolid del poeta Gaspar Núñez de Arce el Ayuntamiento acordó dedicarle un monumento escogiéndose para su emplazamiento los jardines de la rosaleda del Campo Grande.
Inaugurado el 20 de septiembre de 1932, el concepto que en el diseño manejó su autor, el segoviano Emiliano Barral, representó el abandono radical del realismo mimético, literario o anecdótico que había dominado la escultura hasta entonces y marcó un cambio de rumbo animado por su actitud innovadora y de vanguardia.
El artista, pese a los diferentes elementos que lo componen, lo imaginó como un todo, lo cual constituyó la primera novedad. Su intención fue hacer sentir la sensibilidad y la belleza de la obra del poeta. Integrado su motivo principal en una fuente, tallada en granito rojo de Ávila y resuelta en forma de lira arquitectónica que permite deslizar el agua por sus cuerdas resueltas a manera de estrías, se remata con el busto del escritor cuyo rostro interpretó, muy sumariamente, “con una expresión de franca exaltación, llena de energía reprimida”. Unos bancos trabajados en piedra de Sepúlveda, de acusada plasticidad, delimitan el conjunto en el que también se incluía la lámina de agua de un pequeño estanque.
La favorable acogida que recibió este monumento animó al Municipio a encargar al mismo escultor otro que por entonces se decidió consagrar al poeta Leopoldo Cano, homenajeando su recuerdo con la interpretación plástica, en piedra, de su más famosa obra titulada La Frontera para colocarlo en la Plaza de la Libertad próxima a la Catedral. El ambiente prebélico, la ideología del artista y la incomprensión del público que criticó severamente la figura femenina esculpida por Barral, hicieron retirarle y sustituirle por una convencional cabeza del poeta que realizó en 1935, en cobre galvánico, el joven dibujante y escultor Juan José Moreno Llebra, discípulo de Victorio Macho, y que se inauguró en marzo de 1936, en el mismo lugar que había ocupado el de Barral. Posteriormente se trasladó a los jardines del Paseo del Príncipe en el Campo Grande. La cabeza de Cano, trabajada de forma muy esquemática, se dispuso sobre un pilar de piedra blanca evidenciando los escasos recursos con que contó el artista para solucionar el problema de una estatua que había sufrido las consecuencias de la política.
-Fuente: El Campo Grande, un espacio para todos.
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