Hace 85 años, justamente el día 6 de noviembre de 1933, rodó por las calles de Valladolid el último tranvía.
Entonces, en esa fecha, el precio de un billete de tranvía para el viaje de circunvalación era de 10 céntimos.
El factor precio y el detalle de las líneas con cruces motivaron el cierre de las cocheras de tranvías y la supresión total del servicio. Los 20 coches - o jardineras—, mitad de veranó y mitad de invierno, pasaron mucho tiempo inactivos en las viejas cocheras de la compañía «S. A . de Tranvías de Valladolid», hasta que un buen día salieron para Gijón, ciudad en la que continuaron prestando servicio otros pocos años. Ahora la ciudad querría tener aquellos coches.
EL CARTEL DEL FIGÓN
La historia es anterior al tiempo que nos ocupa en este reportaje. Es la época final de los tranvías de mulas y la Inauguración de los eléctricos.
Pues bien, había un figón, una taberna, una parada en donde los viajeros de aquellos primeros tranvías hacían tiempo esperando que llegara el coche que efectuaría tal o cual trayecto. En el "figón un letrero en el que se leía: «Comida, merienda y cena; para hacer en el tranvía, un viaje de San Pablo a la Casa de Mantilla». Modelo de folleto turístico de tipo mural que ya anunciaba los bocadillos de la región a consumir en el tiempo que duraba el viaje en uno de los primeros tranvías tirados por mulas, de los que se decía que tenían las ruedas cuadradas debido al estrépito infernal que levantaban en las calles de paso.
UN PASEO EN JARDINERA
Hablando con personas de la época nos dicen que entonces se invitaba a un paseo en tranvía con la misma naturalidad con que ahora nos invitan o invitamos a tomar café.
De 8 a 10 de la noche, el publico hacía el recorrido de circunvalación que tenía el aliciente de un paseo en jardinera y el provecho de ver Valladolid desde unos cómodos sillones rodantes. En el tranvía hacía tertulia la familia, la «peña» de amigos, los visitantes de fuera que llegaban a pasar los días de ferias.
Los coches estaban construidos en la Casa Escoriaza, de Zaragoza, y estaban decorados con un lujo propio de los modernos sud-expresos.
Lunas, mullidos asientos, lámparas hasta con siete luces y otros detalles que recargaban de comodidad los vehículos.
Sobre esas jardineras hizo nuestra capital un turismo callejero. De aquí, posiblemente, nació eso de... ¡Hábleme usted de su calle!
LOS CRUCES TUVIERON LA CULPA
Viejos tranviarios nos van refiriendo, detalle tras detalle, una semblanza de la época.
Los cruces en las vías motivaron la «pega» más grande para la muerte de los tranvías en Valladolid. Dicen que se formaban tapones de jardineras que atascaban las calles y entorpecían el tráfico.
El segundo factor que decidió también la supresión de ese medio de transporte urbano, fue el económico. El viaje a La Rubia se hacía por 20 céntimos. A la Plaza de Toros. por 10. Los niños y militares pagaban 10 céntimos. Determinados servicios valían 25 céntimos. Nos dicen que de esta forma el negocio no rendía.
La hermosa aventura de los tranvías vallisoletanos acabó el 24 de junio de 1928, fecha en la que se inauguraba la primera línea de autobuses urbanos que unía la Plaza Mayor con el populoso barrio de Las Delicias.
Y así, el 6 de noviembre de 1933, rodó por las calles de Valladolid el último tranvía.
A. ROMERO RUBIO (Diario Regional de Valladolid 17/11/1957)
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