Pestes y epidemias en la historia de Valladolid



No es lugar para comentar las causas ni las consecuencias originarias de las pestes que azoraron Europa y Valladolid, de forma periódica, hasta el siglo XX. Peste era sinónimo de contagio. La pronunciación de la misma palabra, «pestilencia», sobrecogía a las gentes. Cada una de sus manifestaciones era considerada como un azote y castigo divino. Las primeras pestes documentadas que afectaron a Valladolid se producen a finales del siglo XIV.
Procede de Asia y se la conoce con el nombre de «bubónica» por manifestarse por medio de carbuncos y bubones.
El siglo XV está jalonado de fechas en las que las pestilencias originaron grandes mortandades: las de 1437, 1441, 1457, 1478, 1485, 1488 y 1495. La profesora Maria A. Fernéndez del Hoyo documenta como actuaban las gentes de las diferentes capas sociales: los poderosos y ricos huyen de la ciudad (los miembros de la Chancillería, el Concejo y la misma Corte). En numerosas ocasiones se cierran las puertas de las murallas de la ciudad, previa expulsión de mendigos y forasteros pobres, además de recluir a los ya contagiados en hospitales extramuros. Entre los que se quedan, unos se dedican a hacer penitencia y otros a disfrutar de todo tipo de placeres, mientras permanecían vivos. El siglo XVI no fue menos mortífero. Comenzó con la peste de 1507, a la que siguió la de 1517 y 1527 para alcanzar su culminación en los últimos diez años del siglo. Entre 1597 y 1599 la población de Valladolid quedó diezmada. 500.000 muertes en España. La peste se manifestaba a través de «carbuncos, bubones y secas». Las medidas sanitarias adoptadas acudieron a todos los remedios: desde encender hogueras quemando plantas aromáticas a las consabidas sangrías, purgas, y un sinfín de triquiñuelas seudomédicas que se aplicaban sobre los enfermos. Pero, sobre todo, se recurriría a la Divinidad mediante procesiones y plegarias, dirigiéndose a los santos milagreros al uso San Roque y la Virgen de San Lorenzo.


 Las pestes provocaban el abandono de los contagiados con tal de salvarse uno mismo. Véanse padres que abandonaban a los hijos, o Viceversa. En Valladolid murieron durante esa peste 6.600 personas. En el siglo XVII fue el tifus el que originó importantes mortandades; en cambio en el XVIII el paludismo provocó 26.500 enfermos y 1.367 muertos entre 1786 y 1787. Durante el siglo XIX fue el «cólera morbo» que en 1834 mató en Valladolid a unas 2.000 personas. El siglo se despidió con una epidemia de gripe que afectaba a niños y ancianos, entre los que hizo estragos. En el siglo XX fue la viruela y una epidemia gripal. En el año 1918 llegó a afectar a 10.000 personas, habiendo días que morían unas 30. Más recientemente se declaró el SIDA que hizo estragos, primero en un sector de la población, para generalizarse al resto. A nivel mundial hemos tenido noticia de «la gripe del polio» que ha tenido en jaque al país más poblado de la tierra: China. Ahora, en pleno siglo XXI el coronavirus, proveniente también de China, nos vuelve a traer de cabeza. Siente uno la sensación de provisionalidad vital y estar a merced de cualquier «evento» pues, muy a pesar de todos los logros y avances médicos, el mundo de los gérmenes presenta numerosas incógnitas, ni siquiera imaginables.

Fuente: Historias de Valladolid (Miguel Ángel Martín Móntes)

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