Picotas y rollos, un repaso por el pedernal vallisoletano más sangriento

 

La picota desaparecida de Tordesillas.
 (Ilustración:Tribuna de Valladolid)

El caminante curioso se habrá topado en más de una ocasión con unas extrañas columnas de piedra que suelen encontrarse en algún rincón del interior de las poblaciones. Tienen unos tres o cuatro metros del altura y terminan en una especie de capitel, o aparecen rematadas por una cruz. En otros casos, lo que podemos ver son cruces de piedra sobre un basamento, situadas en el arcén de acceso al municipio, o ubicadas sin más en un cruce de caminos.

No se puede decir que sean construcciones especialmente estéticas. Eso sí, por su aspecto parecen muy antiguas, y desde luego su aspecto es algo siniestro. Según su forma y antiguo uso se denominan picotas, rollos, cruceros o humilladeros.


Las picotas se comenzaron a emplear en el s.XIII. Las primeras se tallaron en madera, y posteriormente se esculpieron en piedra. Su función era la de exhibir en ellas para su escarnio a los reos y por supuesto, causar temor en el resto del pueblo, que al ver el destino del infeliz podía aplicarse eso de “cuando veas las barbas de tu vecino pelar…”.

En la picota no solamente se ataba al reo, según el delito cometido se le desnudaba y untaba en miel para que se lo comieran las moscas,  dejándolo expuesto al público y al sol. Si el delito era merecedor de la pena de muerte, se exhibían en la picota restos mutilados de su ejecución, e incluso se colocaba la cabeza cortada en lo alto. Todo un espectáculo. Las había con ganchos alrededor de la columna que facilitaban las tareas de desgarramiento y sufrimiento del ejecutado, y poseían cuatro extremos, también de piedra en cada ángulo del capitel que permitían pasar las cuerdas con las que atar al ajusticiado. De todo esto podemos extraer el significado de las célebres frases: “poner en la picota” o “estar en la picota”, que se emplean cuando alguien está en el punto de mira de todo el mundo o en situación comprometida.

Rollo de Mayorga de Campos

Similar a la picota es otra columna rematada en un capitel que suele incorporar una cruz u otros ornamentos y que se denomina rollo. Aunque a simple vista parecen la misma cosa, los rollos surgen más tarde, en el s. XIV. Su función es inicialmente simbólica. Servían para informar a cualquier forastero, que la villa tenía capacidad legal para impartir justicia. En la práctica, el rollo también se utilizó en muchas ocasiones con la misma finalidad que la picota, para mostrar a reos y ejecutados.


El rollo/picota de Bolaños

Los rollos fueron suprimidos con la Constitución de 1812 que consagró la división de poderes y atribuyó la potestad de juzgar con exclusividad a los tribunales de justicia. Tras la Constitución de 1812, los rollos y picotas tuvieron que ser desmantelados y sacados fuera de las plazas principales de los municipios. No obstante, muchas de ellas se conservaron porque los municipios –muy apegados a lo suyo- decidieron transformarlas, darles aspecto religioso o convertirlas en cruceros, cruces de piedra en homenaje a algún hecho, motivo o personaje del municipio y sacarlas a las afueras municipales. Tampoco ayudó Fernando VII, auténtico “zote” y azote de la razón y la ilustración, que hizo lo posible por destrozar todo lo que la “Pepa”, como se llamó a la Constitución de 1812, había traído de modernidad y progresismo a nuestro país.


Pero no todos los municipios hicieron caso de aquella  órden, y producto de tal desacato es que  España  conserve  unos 150 rollos. Nueve de ellos en Valladolid: Aguilar de Campos, Bolaños, Curiel de Duero, Mayorga, Simancas, Torrelobatón, Valdearcos de la Vega, Villalar y Villalón de Campos.

Tordesillas tuvo su rollo jurisdiccional en la Puerta de la Villa, entrada al recinto amurallado de la localidad en otro tiempo que ha desaparecido y del que solo queda un pequeño resquicio en aquella zona del llamado Colagón en un vaivén de piedras amontonadas, enfrente del Instituto Juana I de Castilla.

Fuente: Guadarramistas.com

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