A mediados del siglo XX Valladolid estaba creciendo en todos los sentidos. La ciudad alcanzaba ya los 140.000 habitantes lo que se hacía notar en un espectacular incremento del parque de vehículos a motor, por encima de los 9.000 en 1957.
Aunque todavía transitaban carros de tracción animal por nuestras calles, éstas ya estaban empezando a ser tomadas por automóviles y motocicletas que inexorablemente iban a cambiar los ritmos y costumbres de una apacible ciudad provinciana. La gente estaba acostumbrada a cruzar por donde le daba la real gana y era frecuente que los chicos convirtieran la calle en improvisado campo de futbol, sin que los coches que transitaban de vez en cuando supusieran ningún peligro.
Pero en pocos años aquella tranquilidad se vio amenazada como lo acreditaba la notable subida en el número de siniestros con víctimas registrados en el casco urbano durante el año anterior, concretamente 2 muertos y 54 heridos como consecuencia de colisiones entre vehículos y 5 muertos y 77 heridos por atropellos. Esta cifras fueron consideradas alarmantes tanto por los medios informativos como por el Ayuntamiento que, al tiempo que recomendaban más cuidado y disciplina a peatones y conductores, se plantearon muy en serio la necesidad de impulsar una reordenación del tráfico. El alcalde don José González Regueral, anunció que en la segunda semana del mes de enero de 1957, una vez concluidas las fiestas navideñas, se iba a acometer la tan demandada reforma del tráfico con la implantación de discos prohibiendo todo lo que hasta entonces había estado permitido.
La Corporación Municipal encargó a la Sociedad Ibérica de Construcciones Eléctricas la fabricación en hierro fundido, de los postes necesarios para regular el cruce de Duque de la Victoria con General Mola y Regalado que, según los informes técnicos, era el más conflictivo. Los cronistas municipales explicaban en sus comentarios previos a la definitiva instalación las características y funcionamiento de los semáforos, como si la gente nunca hubiera visto uno, hablando del cometido de cada uno de los tres discos luminosos y de la obligatoriedad de que todos, conductores y peatones, respetaran el significado de los colores. Y por fin, en el comienzo de las ferias y fiestas de San Mateo del 57 se produjo la inauguración del primer cruce regulado por semáforos de Valladolid, con una inusual afluencia tanto de vehículos como de viandantes.
Durante los días siguientes, el diario El Norte de Castilla tuvo que hacer casi de autoescuela para explicar a los ciudadanos cómo interpretar las nuevas señales. Por ejemplo, «si hay luz roja con una flecha de dirección en verde, la circulación está permitida solamente en el sentido de la flecha, pero no continuar de frente», apreciación necesaria porque no todos los conductores sabían descifrar la complicación del mecanismo. El 6 de septiembre de 1957, el periódico informaba de que técnicos madrileños, supervisados por personal municipal, acordaron desmontar y cambiar de ubicación algunos.
El columnista Publio explicaba el 13 de diciembre de 1957 una nueva dificultad: el semáforo «obliga a la gente a permanecer unos momentos quieta, expuesta a la lluvia, si la luz está roja». El debate del tráfico, ya en 1957, era un clásico en EL NORTE, con protestas porque había coches «mal aparcados» en María de Molina o Duque de la Victoria que entorpecían el tráfico. En fin, nada nuevo bajo el sol.
-Fuentes:
-Valladolid Cotidiano (1939-1959). (José Miguel Ortega Bariego). ISBN: 84-95917-40-8
-El Norte de Castilla (23-09-2010)
Pero en pocos años aquella tranquilidad se vio amenazada como lo acreditaba la notable subida en el número de siniestros con víctimas registrados en el casco urbano durante el año anterior, concretamente 2 muertos y 54 heridos como consecuencia de colisiones entre vehículos y 5 muertos y 77 heridos por atropellos. Esta cifras fueron consideradas alarmantes tanto por los medios informativos como por el Ayuntamiento que, al tiempo que recomendaban más cuidado y disciplina a peatones y conductores, se plantearon muy en serio la necesidad de impulsar una reordenación del tráfico. El alcalde don José González Regueral, anunció que en la segunda semana del mes de enero de 1957, una vez concluidas las fiestas navideñas, se iba a acometer la tan demandada reforma del tráfico con la implantación de discos prohibiendo todo lo que hasta entonces había estado permitido.
Aunque los semáforos se implantaron por el creciente tráfico de Valladolid, en los primeros meses
de su funcionamiento aún era posible ver imágenes tan insólitas como ésta, con un
carro girando desde la calle Regalado a Duque de la Victoria y el guardia urbano
vigilando la maniobra, como si no se fiara de la eficacia del semáforo que se ve a la izquierda
de su funcionamiento aún era posible ver imágenes tan insólitas como ésta, con un
carro girando desde la calle Regalado a Duque de la Victoria y el guardia urbano
vigilando la maniobra, como si no se fiara de la eficacia del semáforo que se ve a la izquierda
La Corporación Municipal encargó a la Sociedad Ibérica de Construcciones Eléctricas la fabricación en hierro fundido, de los postes necesarios para regular el cruce de Duque de la Victoria con General Mola y Regalado que, según los informes técnicos, era el más conflictivo. Los cronistas municipales explicaban en sus comentarios previos a la definitiva instalación las características y funcionamiento de los semáforos, como si la gente nunca hubiera visto uno, hablando del cometido de cada uno de los tres discos luminosos y de la obligatoriedad de que todos, conductores y peatones, respetaran el significado de los colores. Y por fin, en el comienzo de las ferias y fiestas de San Mateo del 57 se produjo la inauguración del primer cruce regulado por semáforos de Valladolid, con una inusual afluencia tanto de vehículos como de viandantes.
Durante los días siguientes, el diario El Norte de Castilla tuvo que hacer casi de autoescuela para explicar a los ciudadanos cómo interpretar las nuevas señales. Por ejemplo, «si hay luz roja con una flecha de dirección en verde, la circulación está permitida solamente en el sentido de la flecha, pero no continuar de frente», apreciación necesaria porque no todos los conductores sabían descifrar la complicación del mecanismo. El 6 de septiembre de 1957, el periódico informaba de que técnicos madrileños, supervisados por personal municipal, acordaron desmontar y cambiar de ubicación algunos.
El columnista Publio explicaba el 13 de diciembre de 1957 una nueva dificultad: el semáforo «obliga a la gente a permanecer unos momentos quieta, expuesta a la lluvia, si la luz está roja». El debate del tráfico, ya en 1957, era un clásico en EL NORTE, con protestas porque había coches «mal aparcados» en María de Molina o Duque de la Victoria que entorpecían el tráfico. En fin, nada nuevo bajo el sol.
-Fuentes:
-Valladolid Cotidiano (1939-1959). (José Miguel Ortega Bariego). ISBN: 84-95917-40-8
-El Norte de Castilla (23-09-2010)
Comentarios
Perdonen la rectificación que sólo pretende aportar más conocimientos a este magnífico blog.
Saludos.
Hoy he visto este artículo, también en twitter ¿Lo habré leído? No me suena... Voy a ver.
Y qué sorpresa me he llevado. De hecho todavía no he reaccionado.
De cualquier forma, tenía que hacer constar mi gratitud: a vallisoletvm, por los datos y a quien corresponda por la foto del carro... con el que mi padre repartía la leche, cuando trabajaba a orillas del Duero, en la finca propiedad de un renombrado abogado y catedrático.
Hasta ahora sólo teníamos una foto suya con el Niño, el caballo. Detrás, aunque no se la vea, está la Kety, la perra (loba) que le guardaba el carro mientras hacía el reparto. Y supongo que detrás de la cabeza del caballo, a las riendas, estaría él... el señor Julián Cilleruelo. En nuestra foto, él posa al lado del Niño.
Muchísimas gracias, reitero, de la familia Cilleruelo Bermejo, de Laguna, por, aunque haya sido inocentemente, esta emocional aportación involuntaria a nuestras vidas.