Se casó con el Conde Don Pedro Ansúrez. Aportó a este matrimonio las propiedades y casas principales del patrimonio de la familia, que se encontraban en las extensas comarcas de Tierra de Campos y Liébana. Tuvieron cinco hijos: Mayor, María, Urraca, Alfonso y Fernando. Mayor se casó con el famoso Alvar Fáñez de Minaya, personaje de confianza de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid. Muerto Alvar Fáñez en Segovia en 1114, durante un tumulto, su viuda contrajo nuevo matrimonio con Martín Pérez, señor de Tordesillas. Su descendencia formó el linaje de Meneses, la casa nobiliaria más importante de tierra de Campos hasta mediados del siglo XIV. Y María contrajo matrimonio con el conde de Urgel, Armengol V, aportando en dote matrimonial la recién engrandecida villa de Valladolid.
Aunque en Valladolid ya había un núcleo importante de población en torno a lo que hoy es la Plaza de San Miguel, a la tarea del conde Ansúrez y de su esposa, doña Eylo, se debe el auge, promoción y engrandecimiento de Valladolid, que se transforma de aldea modesta en una villa que es el centro de un mercado comarcal (Armando Represa). Tras la tarea de este matrimonio, deja de hablarse de “Valladolid en el territorio de Cabezón”, para hablarse del “territorio de Valladolid”.
Doña Eylo y su marido edificaron, hacia el año 1074, su palacio (convertido posteriormente en el Hospital de Esgueva). Siguiendo el espíritu dominante en la época y con fervor religioso, mandaron construir la iglesia condal de Santa María de la Antigua, la Colegiata de Santa María la Mayor, la iglesia de San Nicolás, el barrio de San Martín, y el Puente. Es de destacar que en las inscripciones siempre aparece que las fundaciones de estas iglesias las hicieron el conde Don Pedro Ansúrez y su mujer, la condesa Doña Eylo. A la muerte de ella, sobre los años 1111-1114, el conde ofreció a la Colegiata, en sufragio de su alma, sus propiedades de Fuensaldaña.
La construcción del Puente Mayor fue iniciativa de la condesa, llevada a cabo cuando su esposo se encontraba ausente, ya fuera luchando contra los moros del reino de Sevilla, acompañando al monarca en el destierro de Toledo o luchando contra el hermano del rey, Sancho II de Castilla. En reconocimiento por sus servicios y lealtad, el rey Alfonso VI de León le concedió el señorío de Valladolid en 1073. La condesa quería dar una alegría a su marido cuando regresara, para mitigar la pena de saber que el primogénito de ambos había muerto a los pocos días de partir él a la guerra. Pero sobre todo, el puente permitiría repoblar el núcleo inicial con familias procedentes de los señoríos que pertenecían a su familia o a la familia del conde, como Carríon, Saldaña y el valle de Liébana.
La construcción del puente era de vital importancia, pues el Pisuerga aislaba a la escasa población vallisoletana, que para trasladarse al norte tenía que desplazarse hasta Cabezón o Simancas y cruzar el río por los puentes que allí existían. La construcción del puente (hacia 1080) supone la transformación de Valladolid y la rápida comunicación con los pueblos de la otra orilla. Era un puente medieval: tendría un perfil abombado, más elevado en el centro que en los márgenes, con arcos de medio punto, luego apuntados, según las técnicas del gótico, y posteriormente, otra vez de medio punto. Parece ser que en la primera construcción el puente era más estrecho y luego el conde lo hizo ensanchar. Con el paso de los siglos, la construcción del Puente Mayor hada origen a algunas leyendas. En 1872, una escritora que residía en Valladolid, doña Eduarda Feijóo de Mendoza, escribió una novela que calificó de “Leyenda tradicional” con el título de El Puente Mayor, y el Ayuntamiento costeó la edición. Según esta leyenda, el malvado moro Mohamed se enamora de una criada mora (que luego resultaría ser la sultana Zoraida, hija del Emir de Ronda).
Como los condes no le dan sus consentimiento para casarse, jura vengarse. Cuando doña Eylo le encarga a este moro la construcción del puente, lo hace muy estrecho, para que en caso de defensa no pudieran caber en él muchos hombres armados. Cuando regresa el conde advierte su angostura y un peregrino misterioso (que resulta ser el conde y señor de Llobregat), se ofrece a ensancharle. Se enamora de Zoraida, ésta se bautiza, y se casan. En 1892, periodista Antonio Martínez Viérgol publicó otra leyenda no menor fantástica, en verso, titulada también El Puente Mayor, y en este caso es el diablo el encargado de construir el puente.
Obra de la condesa fue también el Claustro de Las Emparedadas, en la iglesia de la Antigua, construido para recoger en él a las mujeres que se llevaban mal con sus maridos y se encerraban por propia voluntad de por vida.
Mujer llena de virtudes y de merecimientos, y modelo de esposa y madre ejemplar, mereció la distinción por parte del rey Don Alfonso VI de encomendar al matrimonio la crianza y educación de su hija, la princesa Doña Urraca, más tarde reina de Castilla y León.
Doña Eylo y su marido edificaron, hacia el año 1074, su palacio (convertido posteriormente en el Hospital de Esgueva). Siguiendo el espíritu dominante en la época y con fervor religioso, mandaron construir la iglesia condal de Santa María de la Antigua, la Colegiata de Santa María la Mayor, la iglesia de San Nicolás, el barrio de San Martín, y el Puente. Es de destacar que en las inscripciones siempre aparece que las fundaciones de estas iglesias las hicieron el conde Don Pedro Ansúrez y su mujer, la condesa Doña Eylo. A la muerte de ella, sobre los años 1111-1114, el conde ofreció a la Colegiata, en sufragio de su alma, sus propiedades de Fuensaldaña.
La construcción del Puente Mayor fue iniciativa de la condesa, llevada a cabo cuando su esposo se encontraba ausente, ya fuera luchando contra los moros del reino de Sevilla, acompañando al monarca en el destierro de Toledo o luchando contra el hermano del rey, Sancho II de Castilla. En reconocimiento por sus servicios y lealtad, el rey Alfonso VI de León le concedió el señorío de Valladolid en 1073. La condesa quería dar una alegría a su marido cuando regresara, para mitigar la pena de saber que el primogénito de ambos había muerto a los pocos días de partir él a la guerra. Pero sobre todo, el puente permitiría repoblar el núcleo inicial con familias procedentes de los señoríos que pertenecían a su familia o a la familia del conde, como Carríon, Saldaña y el valle de Liébana.
La construcción del puente era de vital importancia, pues el Pisuerga aislaba a la escasa población vallisoletana, que para trasladarse al norte tenía que desplazarse hasta Cabezón o Simancas y cruzar el río por los puentes que allí existían. La construcción del puente (hacia 1080) supone la transformación de Valladolid y la rápida comunicación con los pueblos de la otra orilla. Era un puente medieval: tendría un perfil abombado, más elevado en el centro que en los márgenes, con arcos de medio punto, luego apuntados, según las técnicas del gótico, y posteriormente, otra vez de medio punto. Parece ser que en la primera construcción el puente era más estrecho y luego el conde lo hizo ensanchar. Con el paso de los siglos, la construcción del Puente Mayor hada origen a algunas leyendas. En 1872, una escritora que residía en Valladolid, doña Eduarda Feijóo de Mendoza, escribió una novela que calificó de “Leyenda tradicional” con el título de El Puente Mayor, y el Ayuntamiento costeó la edición. Según esta leyenda, el malvado moro Mohamed se enamora de una criada mora (que luego resultaría ser la sultana Zoraida, hija del Emir de Ronda).
Como los condes no le dan sus consentimiento para casarse, jura vengarse. Cuando doña Eylo le encarga a este moro la construcción del puente, lo hace muy estrecho, para que en caso de defensa no pudieran caber en él muchos hombres armados. Cuando regresa el conde advierte su angostura y un peregrino misterioso (que resulta ser el conde y señor de Llobregat), se ofrece a ensancharle. Se enamora de Zoraida, ésta se bautiza, y se casan. En 1892, periodista Antonio Martínez Viérgol publicó otra leyenda no menor fantástica, en verso, titulada también El Puente Mayor, y en este caso es el diablo el encargado de construir el puente.
Obra de la condesa fue también el Claustro de Las Emparedadas, en la iglesia de la Antigua, construido para recoger en él a las mujeres que se llevaban mal con sus maridos y se encerraban por propia voluntad de por vida.
Mujer llena de virtudes y de merecimientos, y modelo de esposa y madre ejemplar, mereció la distinción por parte del rey Don Alfonso VI de encomendar al matrimonio la crianza y educación de su hija, la princesa Doña Urraca, más tarde reina de Castilla y León.
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