El callejero olvidado


A Juan Agapito y Revilla se le debe la primera obra historiada sobre el callejero de Valladolid: el Nomenclator. En ella rastrea tanto el significado como la historia de las calles, cuyas denominaciones variadísimas abarcan numerosos y diversos aspectos: como el nombre de personajes, oficios varios, nombres de árboles y un largo etcétera. Sin embargo, algo que parece tan inmutable como el nombre, resulta que en el caso de las calles es de los más fútil. En este sentido, el autor censuraba el abuso que se hace al cambiar de denominación las calles “como si cada momento histórico hubiera por necesidad de dejar su impacto en el nombre de las calles”.

Ejemplar original del Nomenclator

Esta actividad se inicia sobre todo a principios del siglo XIX y luego se acentúa en la primera mitad del XX, tiempo en el que al vaivén de los acontecimientos políticos variaron el nombre de las calles dependiendo del color ganador del momento. Sirva de ejemplo la actual c/ General Almirante: durante el siglo XVI se la denominaba “calle que va a San Miguel”, para conocerse hasta el siglo XIX como “calle de la Cruz”, luego como “calle de Berruguete; en el año 1863 se la denominó “Rondilla del Cuartel de Milicias o Calle de las Milicias”. Otro ejemplo es el de la c/Cánovas: primero fue “Lorigueros”, luego “Frenería”, posteriormente “Chapinería”, “Pretineros”, “de Orates” y por último en 1863 se le da el nombre actual.


Sin duda resultaría prolijo señalar todos los nombres de cada una de las calles del Valladolid medieval y moderno, en cambio, llaman la atención algunos nombres, ya desaparecidos, por su particular significado. Por ejemplo, entre la c/Montero Calvo y la c/Alegría había un callejón denominado “del Verdugo”, por encontrarse en él la casa del “ejecutor de la Justicia”, con anterioridad debió llamarse “calle del Lobo”, y entre medias de “Caldereros”.
Como nombres curiosos la “calle de Zapico” que según Juan Agapito puede ser una corrupción de la palabra “zapito” o vasija de madera que utilizaban los pastores al ordeñar. Estaba también la “calle del Hostiero” donde se hacían hostias, y la de “Chisperos”, callejón entre c/Montero Calvo y María Guerrero, en recuerdo de las herrerías que allí estaban instaladas y que producían numerosas chispas.
En fin, “Panta rei” (Todo cambia) ya sentenciaba Heráclito en el siglo VI a. de C.


-Fuente: Historias de Valladolid. (Miguel Ángel Martín Montes). ISBN:84-95389-95-9. Extracto del artículo “El callejero olvidado”.

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