CUANDO la Esgueva serpenteaba entre las casas y monumentos, muchos de ellos hace años desaparecidos, los vallisoletanos veían en el disgregado cauce un colaborador natural en su quehacer diario. En Las Carnecerías situadas en la actual plaza de Cantarranillas vertían los desperdicios del suministro de carne a la ciudad; en los molinos que existieron junto al convento de San Benito, fabricaban parte de la harina de que se surtía la ciudad, mientras su femenino cauce, marcado por suaves curvas, hacía posible el cultivo de las verduras después vendidas en la plaza del Mercado.
Muchos años más tarde, en el siglo XIX, las aguas de la Esgueva (oculta ya la mayor parte de su trazado interior por la bóveda de piedra que permitió la edificación de calles como Miguel Íscar), movían los mecanismos de la fábrica de harinas La Ascensión, mandada edificar por Anselmo León en 1898 en terrenos que ocupó la antigua Casa Sindical y que, aparte de su producción harinera, se dedicó también a la distribución de energía eléctrica.
El cauce y algunos de los puentes que lo cruzaban fueron lugares escogidos por los vallisoletanos para arrojar los desperdicios domésticos, dando lugar no solo a la publicación de bandos de las autoridades, sino que sirvieron a Quevedo en su alegato contra Valladolid como sede de la Corte y determinaron la cubrición de los ramales como medida necesaria para librar a la ciudad de malos olores y riesgos sanitarios.
Los dos ramales conocidos de la Esgueva estuvieron integrados por pequeños afluentes originados por algunos de los manantiales que pueblan el subsuelo vallisoletano, y así el antiguo Prado de la Magdalena, donde estuviera emplazada una fábrica de papel y donde fueron trasladadas Las Carnecerías, estaba cruzado por no escasos cauces de agua que aumentaban el placer de los paseantes.
De entre los ramales cabe destacar el que se dirigía desde el barrio de San Juan a la Catedral, y que en nuestros días ha ocasionado varias inundaciones en los sótanos de la Universidad vallisoletana.
Así como la evolución urbana de Valladolid exigió en tiempos de Miguel Iscar la cubrición de los ramales de la Esgueva, en nuestros días el controvertido plan de urbanización que lleva a cabo nuestro Ayuntamiento ha dado lugar a una puesta al día de los antiguos cauces que cruzaron el centro de la ciudad, dejando al descubierto tanto la antigua bóveda de piedra como algunos de los puentes de piedra que cruzaron los polémicos cauces.
En el ramal del norte se han podido ver los restos de los puentes del Seminario, otros hacia la mitad de la calle del Paraíso, uno perpendicular al atrio de La Antigua, el que fuera popular puente de las Cabañuelas, así como los situados en las calles de Los Tintes, Bajada de la Libertad, Platerías y San Benito.
Del ramal del sur quedaron al descubierto el situado en la desembocadura de dicho ramal en el Pisuerga, el puente del Arco, en la calle Santiago y el puente de Ezpeleta en la calle Miguel Íscar. Cabe agradecer a cuantos intervienen en las labores arqueológicas de las nuevas edificaciones la profesionalidad y cariño con que tratan la auténtica memoria histórica de Valladolid.
-Fuente: http://www.nortecastilla.es/prensa/20070115/valladolid/ramales-puentes_20070115.html
Muchos años más tarde, en el siglo XIX, las aguas de la Esgueva (oculta ya la mayor parte de su trazado interior por la bóveda de piedra que permitió la edificación de calles como Miguel Íscar), movían los mecanismos de la fábrica de harinas La Ascensión, mandada edificar por Anselmo León en 1898 en terrenos que ocupó la antigua Casa Sindical y que, aparte de su producción harinera, se dedicó también a la distribución de energía eléctrica.
El cauce y algunos de los puentes que lo cruzaban fueron lugares escogidos por los vallisoletanos para arrojar los desperdicios domésticos, dando lugar no solo a la publicación de bandos de las autoridades, sino que sirvieron a Quevedo en su alegato contra Valladolid como sede de la Corte y determinaron la cubrición de los ramales como medida necesaria para librar a la ciudad de malos olores y riesgos sanitarios.
Los dos ramales conocidos de la Esgueva estuvieron integrados por pequeños afluentes originados por algunos de los manantiales que pueblan el subsuelo vallisoletano, y así el antiguo Prado de la Magdalena, donde estuviera emplazada una fábrica de papel y donde fueron trasladadas Las Carnecerías, estaba cruzado por no escasos cauces de agua que aumentaban el placer de los paseantes.
De entre los ramales cabe destacar el que se dirigía desde el barrio de San Juan a la Catedral, y que en nuestros días ha ocasionado varias inundaciones en los sótanos de la Universidad vallisoletana.
Así como la evolución urbana de Valladolid exigió en tiempos de Miguel Iscar la cubrición de los ramales de la Esgueva, en nuestros días el controvertido plan de urbanización que lleva a cabo nuestro Ayuntamiento ha dado lugar a una puesta al día de los antiguos cauces que cruzaron el centro de la ciudad, dejando al descubierto tanto la antigua bóveda de piedra como algunos de los puentes de piedra que cruzaron los polémicos cauces.
En el ramal del norte se han podido ver los restos de los puentes del Seminario, otros hacia la mitad de la calle del Paraíso, uno perpendicular al atrio de La Antigua, el que fuera popular puente de las Cabañuelas, así como los situados en las calles de Los Tintes, Bajada de la Libertad, Platerías y San Benito.
Del ramal del sur quedaron al descubierto el situado en la desembocadura de dicho ramal en el Pisuerga, el puente del Arco, en la calle Santiago y el puente de Ezpeleta en la calle Miguel Íscar. Cabe agradecer a cuantos intervienen en las labores arqueológicas de las nuevas edificaciones la profesionalidad y cariño con que tratan la auténtica memoria histórica de Valladolid.
-Fuente: http://www.nortecastilla.es/prensa/20070115/valladolid/ramales-puentes_20070115.html
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