Ladrillos de sabiduría

Instituto José Zorrilla

R.Gris
Valladolid cuenta con multitud de centros educativos de la primera mitad del siglo XX con el ladrillo como base de su edificación
Entre 1920 y 1936, la arquitectura escolar fue ideada y redactada por la Oficina Técnica de Construcciones Escolares del Ministerio de Instrucción Pública. Durante estos años, se ejecutaron proyectos de escuelas estatales y se inspeccionaron multitud de edificios y locales para destinarlos a la enseñanza primaria, tanto públicos como privados.
Este impulso en la construcción de nuevos centros de enseñanza dejó en Valladolid un amplio repertorio de colegios edificados por el mismo patrón, con el ladrillo como base de las edificaciones. La política educativa del Gobierno de la II República intentó acabar con la situación de analfabetismo que reinaba en todo el territorio nacional, ya que la penuria educativa y el penoso estado de las escuelas era una realidad latente.
La mayoría de los centros educativos de Valladolid estaban ubicados en edificios inapropiados, alquilados por el Ayuntamiento vallisoletano a particulares. Tan sólo entre 1903 y 1907 vio la luz la construcción del emblemático Instituto José Zorrilla, con un proyecto del arquitecto Teodosio Torres. Pero Valladolid no permaneció ajena al movimiento que, a partir de la ley Cortezo (aprobada en 1095), se dejó sentir en todas las capitales de provincia españolas para conseguir un número suficiente de centros escolares de nueva planta.
Sin embargo, como era habitual en aquellas épocas la falta de recursos económicos obligó al Ayuntamiento vallisoletano a apretarse el cinturón y acometer el plan de la forma más prudente posible. Se encargó al arquitecto municipal, Juan Agapito y Revilla, el proyecto de los modelos de escuelas, pero «desgraciadamente se quedó sólo en eso, en proyectos porque nunca fueron construidos».

Colegio Macías Picavea

A partir de 1927 se inició en Valladolid una segunda fase de construcciones escolares «motivada por la colaboración entre el propio Ayuntamiento y el Estado». Al mismo tiempo, la capital gestaba el edificio más importante que se edificó en la capital durante los primeros 30 años del siglo XX. Se trataba de la Escuela Normal de Maestros y Maestras (el actual colegio García Quintana), que se llevó a cabo entre los años 1927 y 1930 de la mano del arquitecto Antonio Flórez. Este edificio se convertirá en un referente para los futuros proyectos que la Oficina Técnica lleve a cabo en la ciudad del Pisuerga.
Gracias a la colaboración existente entre las administraciones fue posible la firma de un convenio de colaboración para la construcción de nuevos grupos escolares. La corporación local debería ceder los locales y además aportar el 35 por ciento del coste de la construcción, mientras que la Oficina Técnica se encargaría del resto del presupuesto.

Colegio García Quintana

En el año 1928, el arquitecto Joaquín Muro se encontraba al frente de los planes escolares de la Oficina Técnica en Valladolid y bajo su mando se proyecto la Escuela Graduada para niños y niñas más conocida en la actualidad como grupo escolar Miguel de Cervantes, en el barrio de Las Delicias. Pero además, como arquitecto escolar de la provincia vallisoletana fue el autor de numerosos proyectos como los grupos escolares Cervantes (1928), Manuel B. Cossío (1931), Pablo Iglesias (1931), Joaquín Costa (1932) y Fructuoso García (1932), según refleja el libro Aquellos Colegios de Ladrillo del autor Francisco Javier Rodríguez.

Colegio Ponce de León

El primer solar en el que se decidió construir el primero de una serie de cinco grupos estaba enclavado en el barrio de Las Delicias, mientras que los restantes centros educativos también fueron emplazados a las afueras del recinto urbano. De esta forma, el grupo Miguel de Cervantes se tuvo que realizar en una parcela irregular que forzó a Joaquín Muro a componer un edificio en forma de U compuesto por seis clases de niños y seis más de niñas con sus correspondientes dependencias auxiliares.
El siguiente proyecto redactado por Joaquín Muro fue el Manuel B. Cossío, que se aprobó en vísperas del advenimiento de la II República. «El programa era más completo que el anterior, ya que a las seis clases de niños y las seis de niñas se añadía ahora la cantina escolar y dos talleres para los trabajos manuales y para las labores». Su altura era de dos plantas, pero posteriormente en el año 1963 respetando el proyecto original se añadió una tercera. En la actualidad, este grupo escolar se ha convertido en el Colegio Ponce de León.
En 1931 nace también el grupo del barrio de La Victoria - después denominado Pablo Iglesias y en la actualidad Gonzalo de Córdoba- con dos plantas de tipología lineal, que se divide en tres cuerpos, central y dos extremos. La división por sexos de las clases no responde a las alturas, sino que cada sección se distribuye a los lados, con una clara ruptura en el centro.
Contaba con cuatro clases para niños y otras cuatro para niñas hasta un total de 348 alumnos. En 1932, el edificio fue ampliado a petición del Ayuntamiento para construir un pabellón destinado a dos clases de párvulos y una cantina escolar. «El presupuesto total, de las dos fases, ascendió hasta las 447.716 pesetas, con un coste por alumno de 895 pesetas».

Colegio Isabel la Católica

En 1932, se llevaron a cabo otros dos grupos escolares. El primero fue el denominado Joaquín Costa (en la actualidad es el colegio Isabel la Católica) ubicado en un solar irregular limitado por el Puente Mayor y la calle Imperial. El centro escolar está compuesto en forma de V. Y es que el conjunto fue edificado en, al menos, cuatro fases debido a problemas financieros y administrativos que afectaron al desarrollo de las obras.
Antes del comienzo de la Guerra Civil, vio la luz el proyecto escolar de la calle Padre Claret (el último de los proyectados por Joaquín Muro) el 20 de octubre de 1932, aunque las obras no finalizaron hasta 1943 debido al comienzo de las hostilidades. «La irregularidad es la marca predominante del edificio debido a los numerosos cambios que sufrió el proyecto durante los años de posteriores al conflicto». Finalmente, adoptó forma de U con cuatro plantas, sótano, baja, primera y ático.
Mismo patrón de ladrillo. Este fue el último centro educativo que se levantó enteramente de ladrillo, aunque durante los años posteriores también se edificaron varios inmuebles con partes de ladrillo, como el Instituto de Enseñanza Obligatoria Juan de Juni, que nace en el curso 1987-88, como décimo Instituto de Bachillerato de la capital y el Colegio Marista La Inmaculada, construido cuando la primitiva Provincia de Anzuola toma la decisión de abrir una obra en Valladolid en 1943 y en el verano de 1944 se consigue la aprobación del nuevo colegio La Inmaculada y en octubre de este mismo año comienzan las clases.
En definitiva, la capital vallisoletana cuenta con multitud de centros educativos repartidos por toda la ciudad que tienen en el ladrillo la sabiduría de su edificación .

-Fuente: El Día de Valladolid Digital

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